jueves, 13 de marzo de 2025

2643 (J 13/3/2025) El resort turístico de Trump en Gaza

El abominable presidente de los EE.UU. lo ha lanzado en un video en sus redes y ya ha superado los 54 millones de reproducciones: Gaza convertido en un complejo turístico con Donald Trump, Benjamín Netanyahu y Elon Musk bebiendo cócteles, con niños gazatíes recogiendo billetes en una playa paradisíaca con palmeras, piscinas y campos de golf, y una estatua colosal de oro del Innombrable. Un video que será la vergüenza de la Casa Blanca durante décadas. Un Gaza d’Or de lujo sobre las ruinas y 48.000 cadáveres de Gaza, la mayoría de menores. Pero qué puede significar este delirio? Pues quiere significar que Trump quiere imponerlo sobre la realidad. Al miserable Donald Trump le importa un bledo que su despropósito esté en contradicción con la realidad. Solo quiere ocupar el espacio de las mentes, de la política. Y no pretende ser real, sino OCUPAR LA REALIDAD, que es otra cosa. Que la realidad sea sustituida en nuestras mentes por sus delirios de grandeza.

       Javier Cercas simula escandalizarse: “No lo entiendo: ¿a qué viene tanto aspaviento? ¿no sabíamos quién era Trump? ¿no habíamos oído sus discursos? ¿no nos habíamos percatado de que no es un político sino un matón? ¿ignorábamos que, como Putin, desdeña la democracia y perpetró un golpe de Estado? con la irrupción en el templo de la Democracia que es el Congreso (el Capitolio)? ¿Nadie nos había dicho que aborrece la UE tanto como Putin y que no quiere una Europea Unida -y de ahí que apoye a los partidos y mandatarios europeos que buscan la desarticulación de la UE-?)

                    Trump aspira a la destrucción de la democracia para lo cual debe romper o jibarizar Europa y desmontar los organismos internacionales a fin de abolir un orden mundial basado en reglas y un nuevo orden autoritario regido por la única ley que respeta, la misma que impone Trump: la ley del más fuerte.
          Y cómo debe responder Europa? Lo primero constituyéndose como una unidad política, federal, con una sola voz frente a terceros; lo segundo entendiendo que la dicotomía izquierda-derecha debe ser sustituida por un nacionalismo-internacionalismo, y el aislamiento purista y excluyente debe ceder ante una apertura mestiza incluyente; lo tercero, salir de una Europa pendiente y dependiente de USA por una autonomía política, energética y defensiva; y por último, recuperar nuestra autoestima y dignidad. Porque no somos menos que nadie: ni que Usa, ni que Rusia, ni que China, ni el imperio austro-húngaro que nos parió.
           En este magma ideológico y amorfo en el que nos movemos, si miráis arriba a quienes nos gobiernan percibiréis que no tienen ni idea del suelo que pisan. Pero hay una cosa que tenemos en común: somos europeos. Y una de las pocas cosas que podríamos agradecer a Trump, a Putin, al imperio chino y al austro-húngaro ese, podría ser habernos hecho sentir lo europeos que somos. A ver si es verdad.

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