sábado, 21 de septiembre de 2024

2564 (S 21/9/2024) Lucha de sexos

El patriarcado, como estructura sexual masculina, no nació antes del año 5000 adene., cuando el excedente agrícola tuvo que refugiarse tras unas murallas y éstas protegerse mediante grupos armados, liderados por un jefe/caudillo, en un proceso patriarcal que culmina en la República romana en el año 509 adne., cuando las leyes habían ya regulado a la mujer/esposa como un objeto que podía ser tratado como un mueble o esclava por su padre/marido, hasta el siglo XVIII de nuestra era en que se inicia la actual rebelión feminista que no acaba de implantarse.

          Pero bueno, al menos hoy día el cliché de las mujeres siguiendo las indicaciones del cura y del marido para votar a la derecha está más que olvidado. Por el contrario, la izquierda las va ganando a su causa apadrinando sus derechos reproductivos y reclamando igualdades y cuotas. A esto se añade que el 60% de los estudiantes universitarios son mujeres contra el 40% de hombres. Y que el abandono escolar es cinco puntos superior en los varones.

           El feminismo no sólo ha cambiado la concepción del mundo para las mujeres sino que también ha propulsado su interés por la política. Algunos varones califican este cambio como un elemento de agresión, viéndolo como un instrumento del establishment que coarta su comportamiento. Todo lo cual ha creado una nueva brecha entre los dos sexos. Y el rechazo al feminismo empuja a los varones hacia la derecha.

          La bienvenida reestructuración del Poder Judicial garantiza la deseada igualdad paritaria cuya falta nos situaba entre los tres países con menor proporción de magistradas en los tribunales supremos, situación esta sólo superada por Malta y Dinamarca. La Sala Civil del TS que resuelve cuestiones tan importantes como el derecho de familia, sólo cuenta con una mujer. Pero el sistema paritario en la cúpula judicial es sólo un primer paso, insuficiente. En los pleitos por violencia de sexo dan grima y vergüenza ajena tantos fallos judiciales que condenan a las propias víctimas cuando éstas son mujeres, que confirma la vigencia de un machismo que tiene que ser soterrado por un enjuiciamiento de género y un incremento de la formación de tales jueces, para ayudarles a superar el sesgo que lastra sus decisiones e impide su objetividad.


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