A mi me enseñaron que una especie se distingue, entre otras cosas, porque sus miembros no pueden procrear con los de otra especie distinta. O mejor, quizás puedan hacerlo en una primera generación, pero éstos será híbridos. Es un tema de cromosomas impares. Es el caso de la mula, nacida de asno (62 cromosomas) y yegua (64), pero a su vez estéril por tener 63. Y el que quiera saltarse esta regla que se apriete bien los machos, pues nos coge pertrechados.
Ludovic Slimak (vide https://elpais.com/ciencia/2024-07-26/ludovic-slimak-paleoantropologo-hemos-matado-al-neandertal-por-segunda-vez-al-no-querer-comprenderlo-tal-como-fue.html ), paleoantropólogo del Centro Nacional de Investigación Científica de
Francia y de la Universidad de Toulouse-Le Mirail, lamenta que no seamos
capaces de comprender formas humanas que no sean nosotros. Cuando el Homo
Erectus evolucionó hasta llegar al Sapiens en Europa, en Africa había otro ser
humano que vivió 500.000 años en climas y entornos totalmente diferentes.
Frente al Neandertal somos de una alteridad biológica y también cultural.
A pesar de tener los mismos conocimientos tecnológicos, el Sapiens seguimos
procesos de uniformación, mientras que el Neandertal “fabricaba” objetos
únicos, irrepetibles: cuando nosotros desarrollábamos tecnologías ellos producían
“arte”, objetos únicos, irrepetibles. Mis colegas han buscado arte neandertal en las cuevas y no lo han encontrado. Porque
buscaban lo que hacían los sapiens, que todos hacen lo mismo, nada de arte,
todo técnica. “Hemos proyectado nuestra mentalidad sapiens. Ellos eran más libres
que nosotros”.
En cuanto a la matraca de si son ancestros nuestros, Slimak asegura, y me
alegro, que en los últimos neandertales no se han encontrado genes nuestros
(sapiens). Es más, “los últimos neandertales, llevaban 50.000 años sin intercambiar
ni un sólo gen con ningún otro grupo neandertal, ni siquiera con los que vivían
a una semana a pie”.
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