-Supo guardar la
compostura,
le informaron a
Aquiles sobre la muerte sacrificial de la troyana Polixena.
¿Alguien ha visto a
John Wayne caer sin las botas puestas?
¿Qué tiene, pues,
de extraño que, en lugar de ocuparse de su oreja sangrante, Trump se preocupara
de dónde coños estaba su zapato?
Ya existe la
canción: Let me get my shoes.
Dios nos salve de
la América de Trump.
El deber de
integrarse que tienen los inmigrantes es correlativo al derecho que
tienen los anfitriones de exigir que los inmigrantes renuncien a ser quienes
son para ser (o actuar) iguales que los locales. O sea que cuando exigimos que
los inmigrantes se integren, estamos obligándoles a que modifiquen su forma de
vida de modo que se identifique con la nuestra. Pero si consiguiéramos
conformarlos (uniformarlos) para que sean (o actúen) iguales que nosotros,
¿dónde quedaría la tan ansiada y proclamada diversidad?. De aquí que
denunciemos la idea de la integración como intrínsecamente reaccionaria.
Los reacios a todo
lo diverso amenazan con el peligro de que nuestras sociedades, al contacto con
los “otros”, se desintegrarán. Pero lo único que se desintegraría sería su
cateto concepto de nación, no de la sociedad. La solución es dejar de
imponernos para entronizar el “nosotros” en nuestra sociedad, donde podemos y
debemos caber todos.
Un ejemplo
reciente: el imaginario sentimental del menor y mejor jugador de la Eurocopa
2024 Lamine Yamal está filtrado por su barrio, Rocafonda 304 (Mataró), y no por
acomodarse al concepto de catalán com cal, como dios manda. Se equivocan
los nacionalistas confundiendo la sociedad con la nación. Un inmigrante que no
se integra es una ofensa para la nación pero no para la sociedad.
Lamine Yamal y Nico
Williams, uno catalán y el otro vasco, son en este momento los dos mejores
jugadores españoles, en contra de lo que dicen los nacionalistas
reaccionarios sobre ser español como dios manda. Y así es cómo la selección
española simboliza el feliz triunfo de la sociedad española y la derrota de la
nación española. Es la alegría de un nuevo “nosotros”.
Y de los judíos, qué? Netanyahu es un criminal de guerra pero no por ser judío, sino por masacrar a la población palestina. Identificar a los judíos con las acciones del Estado de Israel contribuye al discurso del odio antisemita. Pero qué es el antisemitismo? El antisemitismo es un fenómeno europeo y cristiano asociado durante siglos a dos soluciones finales: el exterminio y la expulsión, lo dice Santiago Alba.
Cuando se grita “asesinos!” a
los judíos de cualquier nacionalidad, eso es antisemitismo; cuando se le
pregunta a un español judío por qué hacen a los palestinos lo mismo que los
nazis hicieron en Auschwitz, eso es antisemitismo; cuando se le pide a un
estudiante judío que se quite la estrella de David o se le escupe en la cara,
eso es antisemitismo; cuando se marcan viviendas de familias judías, eso es
antisemitismo; cuando se pinta free Palestine en la puerta de una sinagoga, eso
es antisemitismo; cuando se grita "desde el río hasta el mar, Palestina
vencerá”, eso es antisemitismo. Lo escribe María Royo, directora de
comunicación de la Federación de Comunidades judías de España.
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