lunes, 22 de julio de 2024

2537 (L 22/7/2024) Los nacionalismos excluyentes son catetos

         No sé si me irrita o me avergüenza oír hablar de la cultura tartesa como algo nuestro cuando todo se explica mejor si la aceptamos como una simple influencia fenicia en la que los argantonios no son más que los capataces nativos que los orientales utilizaban para movilizar mano de obra local(*). Igual que me abochorna, por ejemplo, el separatismo excluyente catalán. Es penoso que cueste aceptar una agradable realidad: la de cómo nos enriquecen los inmigrantes y la consiguiente etnodiversidad.
         Viene esto a cuento de la salida a la palestra de Emilio González Ferrín, que atiende en el rectorado de la universidad de Sevilla donde imparte clases y ha participado en las protestas propalestinas, y que acaba de recibir la medalla de oro del Círculo Intercultural Hispano Arabe, por sus publicaciones y tesis que atacan a los nacionalismos en su punto de flotación. Y aquí se trata ahora de un nacionalismo que ha sobrepasado las fronteras locales para erigirse como supranacional: la reconquista cristiana, que implica una conquista previa no cristiana, tan falsa como la autoctonía de la cultura tartesa.
         “No sabemos muy bien lo qué pasó. Lo que sí sabemos es lo que no pasó. Y lo que no pasó es que hubiera una conquista en nombre de un poder extranjero o algo adjetivado como islámico o musulmán, porque el islam todavía no existía y porque no hay constancia de que pasara”. El islam no nació sino hasta el año 800, con la fundación de Bagdad. En cuanto a la fecha del 711 se inició una guerra que podemos calificar de civil, entre españoles: las crónicas latinas desde el 400 al 600 nos hablan de gente del norte de Africa en un flujo permanente de ideas, personas y bienes, que en el año 711 se agrupó en una corriente que llevaba fluyendo durante siglos. El paradigma es entender el islam como sistema comercial, no como imperio. No había una capital. El califa de Bagdad nunca mandó más allá de Egipto.
          En España la base del nacional-catolicismo es la “reconquista”, que es una ideología al servicio de una interpretación histórica. Pero no hubo una conquista islámica en la península ibérica. Basando en Asturias la Jefatura del Estado de España se institucionaliza una tradición que es mentira: la de que ESPAÑA SE FORJÓ DESDE EL NORTE. Todo lo que ocurrió en la vida cultural española desde los fenicios entró por el Sur y por Oriente. El emir de Córdoba es la primera persona que utiliza el título de rey de Hispania en el siglo XI, y lo hace en latín, como Rex Hispaniae, y no en árabe.
          Basar el origen de España en las Asturias latinas y cristianas es una falacia porque cuando España se arabizó, Asturias y Cantabria ni estaban latinizadas ni cristianizadas. Esa zona tuvo la influencia del cristianismo francés de Cluny con Carlomagno. La cruz de la Victoria no se implanta hasta el año 1000 y hay que construir todo un andamio mitológico, forzado en apoyo de una idea, para denominarla como la cruz de Pelayo.
            La reconquista no existía como concepto. La toma de Granada fue expulsar de allí a los españoles, como luego se haría con los judíos (españoles). Aquí se quiere echar a todo el mundo porque tenemos una idea previa de ser español cuando lo lógico sería definir a los españoles como la gente que vive en España. Fijaos en la implicación que tiene eso hoy en día.”

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