Javier Cercas se
expresa sobre los nuevos partidos políticos que aparecieron desde el año 2015.
Y los ve peores que los viejos con lo que el sistema ha degenerado. El problema
no es sólo que los partidos colonicen o intenten colonizar la sociedad entera,
incluidos los medios de comunicación; el problema es que tienden a ser clubes
antidemocráticos, sectarios, verticales y militarizados, donde la crítica
brilla por su ausencia.
Si el PP hubiera dispuesto de la más mínima
oportunidad de pactar con Puigdemont, habría hecho lo mismo que el PSOE, los
cuadros y la militancia lo habrían aceptado con la misma mansedumbre y, al día
siguiente del acuerdo con los secesionistas, la prensa de derechas —tan sumisa
como la de izquierdas, ambas salvo contadísimas excepciones— lo habría
bendecido como un acto de patriotismo responsable.
Necesitamos partidos que no se sirvan de nosotros, sino que nos sirvan,
que fomenten la crítica y la autocrítica, que no confundan la disciplina con la
sumisión, partidos aireados, plurales y generosos, idealistas y realistas,
integrados por militantes libres y no amedrentados y por cargos elegidos en
listas abiertas. Necesitamos una nueva ley de partidos (y, de paso, una nueva
ley electoral). La pega es que sólo pueden hacerla los propios partidos, que no
quieren hacerla.
Según Soledad Gallego Díaz, si se niega a los palestinos la posibilidad de obtener por vía pacífica un Estado propio y el respeto a sus derechos humanos y civiles en un eventual Estado binacional, no se les puede exigir que renuncien a su derecho a la resistencia, siempre que no incluya el terrorismo.
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