Antes de iniciar la larga travesía que llevaba los barcos negreros desde África hasta América a los esclavos los encerraban bajo cubierta. Los compartimentos estaban “tan atestados que casi no había espacio para darse la vuelta”. Las cadenas que llevaban para evitar cualquier tentación de fuga les dejaban en carne viva muñecas, cuellos y tobillos. Todo estaba empapado de un calor sofocante, no había casi ventilación. El hedor era insoportable y cada vez resultaba más repugnante conforme aumentaban el sudor, los vómitos, la sangre, las tinas llenas de excrementos. De esto y bastante más puede uno enterarse leyendo Barco de esclavos de Markus Rediker, a cuya lectura nos remite José Antonio Rojo.
Comentarios cáusticos sobre la actualidad en ESPAÑA que intentan despertar las mentes dormidas mediante el sarcasmo.
sábado, 20 de mayo de 2023
2337 (S 20/5/2023) A los esclavos de hoy no nos obligan a bailar. ¿O sí?
https://elpais.com/opinion/2023-05-05/bailar-en-la-cubierta-de-un-barco-negrero.html
Entre los siglos XV al XIX 2,4 millones
de individuos fueron transportados en barcos de esclavos, de los cuales 1,8 murieron,
arrojándose sus cadáveres a los tiburones.
A los esclavos, encerrados días y noches, los obligaban a subir a la cubierta
un par de veces al día para que bailaran. Era imprescindible que mantuvieran
una buena condición física, convenía que los cuerpos lucieran musculosos en el
momento de la venta y de nada les iba a servir a los comerciantes que llegaran
a los puertos de América escuálidos y enclenques.
¿Cómo pudo tolerarse durante
tanto tiempo esa infamia? Tal vez porque, en la metrópoli, aquello no fue nunca
nada más que una remota abstracción de lo que solo se sabía por los libros de
contabilidad, los anuarios, balances, gráficos y tablas de cálculo. Occidente
tiene esa rara habilidad parar tomar distancias y borrar con los números
cualquier abyección. Y, claro está, con los beneficios.
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