Elsa Arnaiz Chico escribe sobre Piketty y su influencia en los últimos diez años. Recojo textualmente su opinión: (https://retinatendencias.com/negocios/thomas-piketty-azote-de-los-ricos-una-decada-de-verdades-incomodas-y-pocos-avances/)
(El Capital en el Siglo XXI, de Thomas Piketty, cumple 10 años. Pese a su enorme influencia intelectual y académica, una década después, la desigualdad sigue aumentando y el debate sobre la fiscalidad global continúa más abierto que nunca.
Mr Piketty,
haciendo un claro guiño a Mr. Marx (Karl) argumenta que el sistema capitalista
tal y como está construido sólo puede dar lugar a un aumento constante de la
desigualdad. Un alegato que claramente no fue comprado por
las grandes fortunas mundiales.
Ochocientas dieciséis
páginas de análisis económico y político que podemos resumir en una sola
fórmula: r > g. Cuando
el retorno de las inversiones en capital son mucho más rentables que los
retornos del trabajo (durante un espacio de tiempo considerable) el capitalismo
desencadena automática y perversamente un aumento espeluznante de la
desigualdad. Y ello, a la postre, desincentiva la pocas ganas de trabajar que
nos quedaban. En otras palabras: que dejes de hacer el idiota y te compres un
piso en Chueca con la herencia de tu abuela (si es que
eres de los afortunados que tienes abuela con piso) antes de ponerte a estudiar
en ICADE. Trabajar está sobrevalorado y no da para
mucho. Pero ser un hipster con piso propio que
alquila a guiris en Airbnb por un pastizal es una
manera óptima de comprender el capitalismo. Aunque uno siempre haya sido de
izquierdas. Y proclame que lo sigue siendo.
La cuestión es que
desde su publicación en 2013 Mr Pikkety ha inundado no sólo las librerías, sino
el discurso de la izquierda global. Y lo ha hecho en particular
con una frase: Tax the Rich. Es tentador pensar que
sólo ha sido un fenómeno fan entre estudiantes de economía y ciencia política,
pero ha conseguido conquistar el discurso mainstream, llegando
nada más y nada menos que a la Met Gala de
la mano de Alexandra Ocasio-Cortez, la congresista más joven (y cool)
de la historia de Estados Unidos.
Grosso modo, la propuesta consiste en imponer una tasa a la riqueza de los mega-ricos con
el fin de recaudar y redistribuir esos millones entre el llamado precariado (otro
concepto de moda entre la izquierda). Esta idea ya se ha traducido en
propuestas concretas en España. Tras Yolanda Díaz, única invitada a
la puesta de largo española del economista francés, Teresa Ribera ha
sido una de las últimas en unirse a la ola Pikettiana sugiriendo una tasa climática a los
más ricos para contribuir a los costes derivados de la lucha contra el desastre
climático. La factura promete ser tan colosal como el desafío a
costear.
Más allá del
brillo intelectual de algunas de estas ideas y del buen estilo literario del
autor (algo raro entre economistas), la pregunta relevante quizá sea: ¿Hemos
aprendido algo o sólo hemos conseguido engordar, paradójicamente, la cuenta
corriente y el ego de Monsieur Piketty? Aquí van unas
reflexiones de una fan declarada y, a la postre, acaso poco agradecida.
Todos sabemos que
a partir de septiembre del 2008 la desigualdad comenzó a escalar hacia niveles
históricos y obscenos (y algunos aún no nos hemos
recuperado, económica ni democráticamente). No hace falta acudir a
ningún gráfico. Si tomamos el año 2013 como base y el índice Gini como
referencia que mide de 0 a 1 cómo de desiguales son las sociedades (siendo el 0
el ideal de igualdad en riqueza) vemos que desde la publicación del aclamado
libro no mucho ha cambiado sustancialmente. Al menos no a
mejor.
Los niveles de
desigualdad se encuentran hoy mundialmente cerca del 0,85
(en España 0,71), un nivel que se ha mantenido más o menos
constante desde que vio la luz el bestseller que nos ocupa. A pesar de que la desigualdad no ha aumentado de forma estrepitosa (aunque
sea escandalosa), eso no quiere decir que podamos abrir el champagne. Ni
mucho menos, lo que esta tendencia refleja es algo muy triste: nos sigue
resbalando la desigualdad.
Según el último informe de Tax
Justice, se pierden más de 400.000 millones
de euros al año en paraísos fiscales. O, lo que es lo mismo, el
doble del PIB de Ucrania en 2021 antes de ser invadida; o el patrimonio
familiar hipotético si Elon Musk y Jeff Bezos decidieran darse el sí quiero.
Da que pensar. En España, los tax havens se llevan un 0,5%
de nuestro PIB. No hace falta decir que hecha la norma, hecha la trampa. Parece
poco apropiado decir que el discurso victimista y señalador hacia los ricos
haya funcionado. Pregunta: ¿ha funcionado alguna vez demonizar a los ricos sin
legitimar gobiernos decepcionantes en el nombre del pueblo? Está claro que la
jugada no está siendo la ganadora, principalmente por tres razones:
Una. Nadie ha tenido la valentía (ni creo que la tenga) de impulsar
y capitanear las negociaciones para establecer una tratado internacional (más
allá de la UE) que establezca las bases del impuesto global sobre el patrimonio
que Piketty plantea.
Dos. Lo que es un poco ridículo (e
ingenuo) es querer imponer una tasa a los más ricos (y que estos la paguen
alegremente) con un discurso que los criminaliza y los hace sentir como los
villanos de una película (en la bastantes de ellos a menudo lo sean). Y por
supuesto, esto a los mega-ricos que creen firmemente que su posición social no
es cuestión de azar sino de mucho esfuerzo y sudor, les gusta aún menos.
Y tres. Según datos de 2020 del Observatorio social de La
Caixa, la capacidad redistributiva del sistema de impuestos y transferencias
español está entre las más bajas de la Unión Europea, con una reducción de
0,194 en el índice de Gini, algo que advirtieron ya en 2013
desde FUNCAS.
Creo firmemente que si de verdad
queremos conseguir luchar contra la desigualdad colectivamente, ya es hora de
cambiar la narrativa, el discurso y la demagogia. Lo que no podemos pretender es hacer creer a la ciudadanía que con una
tasa a los más ricos el problema se termina. Por supuesto
que necesitamos un sistema fiscal más equitativo de lo que tenemos ahora, pero
no pretendamos convencernos de que estamos así de mal sólo porque se nos fugan
millones a paraísos fiscales. La cosa va mucho más allá de eso.
Para terminar ya, no podemos olvidar que la desigualdad se erradica si empezamos desde la cuna. Todo lo demás son parches.
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