martes, 28 de marzo de 2023

2313 (M 28/3/2023) Crisis matrimonial y amor eterno

        La RAE define el amor como un «sentimiento hacia otra persona que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para comunicarnos, convivir y crear». Bravo, pero… y eso cómo se come?
     Los clichés tradicionales venden una idea del amor como true love, incondicional y eterno, que crea una presión excesiva y, como resultado, relaciones poco saludables, opina la psicóloga y sexóloga Silvia Sanz. Por no hablar del estatus dominante que ha ejercido el varón durante siglos. Es más, la falsa expectativa del amor verdadero (que incluye el amor eterno) suele culminar con una profunda decepción, esto lo digo yo. Porque el objetivo principal al construir una pareja hoy en día es la satisfacción personal y no el matrimonio, los hijos o la seguridad financiera como antaño. Lo que no quita que haya alguna que otra pareja, rara avis, que puedan disfrutarse a lo largo de todos sus años de relación sentimental. Enhorabuena. (Pero, por favor, que no lo pongan como ejemplo a seguir porque en la gran mayoría de las parejas sólo provocará esa repetida frustración.) En todo caso, que ese romanticismo ya no cuele no significa que hayamos dejado de ser románticos.
         El otro extremo, el amor fou (flechazo, a primera vista, pasión enloquecida…) ha sido lo suficientemente conocido como para no aguantar ser un objetivo o un modelo de relación sentimental. Lo que no quita que sus disfrutes perduren en el tiempo como recuerdos y que su anhelo de nuevos romances y aventuras esté plenamente justificado. Y cuando se acabe, que nos quiten lo bailao.
      En medio de ambos queda el amor sereno, amor-amistad si es que es posible, que perdura pero sin el entusiasmo y la emoción que pueden procurar los otros dos. Eso sí, los dos ancianos pueden disfrutar de la puesta del sol cogidos de las manos.
         Y ahora inventan el poliamor. Está por ver si la satisfacción que produce compensa los desasosiegos de quienes no pueden evitarlos: los celos, el afán de posesión, la manipulación y demás formas de toxicidad que hoy por hoy siguen encubiertas como amor.
     Ya sabemos lo que no nos vale: un romanticismo sentimentalista encajado en una estructura masculina. Ahora toca buscar nuevos modelos. En lo cual estamos empeñados con cierta desesperación.


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