Con los terroristas no se
debería utilizar el apodo “lobo solitario”, según nos aconseja Lola Pons,
catedrática de Lengua en la US de Sevilla y periodista. Los lobos son animales
de manada y según los describen los biólogos que han estudiado su
comportamiento en libertad, si salen del grupo es porque han sido apartados de
él por reasignaciones de liderazgo en época de apareamiento. Separado del
grupo, el lobo solitario tiene más difícil su supervivencia y acentúa su
agresividad. Otorgar esa bravura al terrorista es una concesión torpe, por eso
creo que deberíamos expulsar la expresión lobo solitario fuera del
lenguaje periodístico. Entre los mismos expertos policiales, empieza a ser
reemplazada por perro o rata extraviada. Supongo que un término más neutro y
menos evocador como “terrorista aislado” tendría una menor capacidad de
propagación en el lenguaje contagioso de los medios, tan dado al símil y a la
recreación audiovisual, pero es necesario levantar ese barniz de heroicidad que
lingüísticamente otorgamos al fanático. Ni lobos ellos, ni corderos nosotros.
Gonzalo Pontón, historiador y editor, denuncia que “España ha sufrido las clases dirigentes más corruptas, reaccionarias e incompetentes de toda Europa” que por ello deberían pedir perdón; que “no hay ninguna diferencia entre las políticas económicas del PSOE y PP; que el gobierno del PSOE de Felipe González fue el más privatizador de la Historia de España” (desde el Neolítico incluido)… Y sigue y sigue.
Llevamos 45 años de estancamiento salarial para la mayoría mientras las ganancias de una élite de directivos se disparan hasta límites irracionales, lo dice Ramoneda y lo suscriben el vecino del 5º y el de la foto y el de la moto.
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