En Canarias procesan y condenan a 6 años y medio de cárcel a un
juez, Salvador Alba, por haber procesado a una ex-jueza, Victoria Rosell,
devenida diputada de Podemos, mediante pruebas difamatorias y argucias procesales
que se demostraron falsas, urdidas para destrozar su vida política y personal.
A otro juez, éste Miquel Florit, lo sentará en el banquillo el Tribunal
Superior de Baleares por haber incautado los móviles y ordenadores de dos
periodistas que informaban sobre la presunta connivencia entre la policía de
Palma y el mayor empresario de ocio nocturno de las islas, Bartolomé Cursach.
Habrá quien piense que estos casos hacen a los jueces más cercanos, más
humanos, pero tengo para mí que sólo pueden opinar así los que tengan de los
humanos un concepto abyecto y deplorable. Un juez procesado a mí me suena como un exabrupto, algo absurdo, como
un coche que camine hacia atrás, o una bomba que caiga hacia arriba, o vomitar
lo que se ingiere por el ano.
Cada
vez más nos sentimos tentados por un reduccionismo científico que intenta demostrar
con fórmulas y números exactos lo que sólo son hipótesis, como ocurre con las
ciencias sociales, como si se pudiera extrapolar sin más una expresión
matemática a la vida en general. ¿Os imagináis a un fresco/a colándose en la
taquilla del cine y excusándose con que "el orden de los factores no
altera el producto"?
Si
los fachas se distinguen por el culto a la tradición y el repudio a la
modernidad así como por el rechazo frontal, hasta la aniquilación, de la crítica y
el disenso, que se tratan como traición; o por el miedo a la diferencia, o el machismo, la xenofobia..., decidme ¿quién queda vivo en nuestro espectro
político actual?
Emergencia climática
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