
“Luchar contra el
cambio climático pasa también por cuidar la manera de comer, lo dice una
editorial de El País.
Una vez que la sociedad se ha
persuadido de la realidad del cambio climático, lo que ha hecho ha sido echarle
la culpa a la industria energética, a los empresarios depredadores que
deforestan el Amazonas para obtener biocombustible, y a cualquier otro
sospechoso que haya incurrido en prácticas poco ortodoxas sin ninguna coartada.
Y todo eso es cierto, pero solo escribe la mitad de la historia. La otra mitad
es la responsabilidad individual, la que corresponde a cada uno de los
habitantes del mundo. El último informe de los científicos de la ONU apunta
directamente a sus estómagos. Comer como se come en los países desarrollados, y
cada vez más en los que se van desarrollando, calienta el planeta.”
Se refiere al desperdicio de alimentos,
la basura, que causa el 10% de todas las emisiones de gases de efecto
invernadero. Ya se conocían las graves consecuencias que tienen para la salud
los excesos en comidas. Ahora se sabe que también afectan al clima.
Existen dos formas de consumir las
proteínas y demás nutrientes necesarios para un día: una es comer directamente
las legumbres, verduras, frutas y cereales que obtienen los agricultores; la
otra es utilizar esos productos de la tierra para alimentar a una vaca durante
años y después comer un filete. Esta última emite muchos más gases que la otra.
Los climatólogos se unen así a los médicos para aconsejar los mismos alimentos.
En realidad, la responsabilidad de alimentarse bien es de cada individuo, y la
lucha contra el cambio climático se convierte así también en algo personal.
Pero el reto de ser vegano de pies a cabeza no sólo afecta a la comida sino también a la ropa y a la cosmética, añade Héctor Llanos Martínez aquí.
La gastronomía para veganos y
vegetarianos va ganando importancia en las cocinas y en los mercados. Hay hasta chorizo sin carne, hecho con grasa vegetal.
Pero vivir sin generar sufrimiento animal va mucho más allá de la alimentación.
Tendremos que comprobar que los cosméticos no cuentan con colorantes o aromas
hechos con componentes de origen animal. (Por ejemplo, muchos protectores
solares incluyen huesos de pescado o lanolina, sustancia derivada de la lana). La
organización Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) publica en su
web un listado de ingredientes de origen animal. El Jardín
de Asami informa a través de redes sociales sobre qué productos son cruelty-free.
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