Instituciones
Penitenciarias ultima un protocolo para comenzar a celebrar tras el verano los
primeros “encuentros restaurativos” entre condenados por delitos comunes y sus
víctimas directas, a semejanza de los once que hubo con presos de ETA de la vía Nanclares. La iniciativa, que excluirá
a penados por violencia de género y a delincuentes sexuales, pretende que el
afectado vea “reparados los daños” que sufrió, a la vez que se facilita la
reinserción del preso.
Nos informa del tema Oscar López Fonseca
de cuyo artículo extraemos un resumen textual:
Como primer paso, el novedoso programa contempla la
búsqueda por parte de los centros penitenciarios, de aquellos presos que
pudieran estar preparados para iniciar un “proceso restaurativo” y que, una vez
que se les plantea esa posibilidad, consientan reunirse con sus víctimas. En
ese momento, Prisiones contactará con el órgano judicial responsable de la
ejecución de la sentencia para que plantee al afectado la posibilidad de
participar en el programa y autorice que se faciliten sus datos personales a la
cárcel para iniciar el proceso. Si la respuesta es afirmativa, Instituciones
Penitenciarias preparará la reunión, que se celebrará en la cárcel, si el
condenado sigue en régimen cerrado, o en el Centro de Inserción Social (CIS),
si disfruta ya del régimen de semilibertad.
El principal objetivo del encuentro será
que la víctima pueda explicar en persona al recluso “cómo vivió [el delito] y
qué consecuencias se han derivado de aquella vivencia”. También se buscará que
el condenado se responsabilice de su acción y pida perdón. El programa
contempla que el encuentro —que está previsto que se celebre en una o dos
sesiones como máximo— sirva para acordar “medidas de reparación del daño
derivado del delito”.
En el folleto informativo que se
facilitará a la víctima antes de iniciar todo el proceso, Prisiones recalcará
el carácter “voluntario” de su participación, así como que tanto la persona
afectada como el delincuente podrán decidir “en cualquier momento” no seguir
adelante. El documento recalca que en ningún caso se pedirá a la víctima que
perdone al delincuente, aunque señala que “en ocasiones esto deviene de forma
natural en el encuentro”. Todo el proceso será “confidencial”.
El protocolo recalca que por su
participación el delincuente no verá reducida “la pena impuesta” ni recibirá
beneficios penitenciarios. No obstante, Prisiones admite que el centro
penitenciario lo tendrá en cuenta “a la hora de hacer las valoraciones” para, por
ejemplo, cambiarle de grado. Serán los profesionales de la cárcel los que
valorarán si el arrepentimiento del delincuente es “sincero” y si se muestra
dispuesto “a cumplir las actuaciones de reparaciones” acordadas en el
encuentro.
El programa no solo aspira a conseguir beneficios para la víctima, sino también para el delincuente y para la sociedad. En cuanto a la primera, pretende que las reuniones sirvan, entre otros objetivos, para “cerrar el proceso interior, de temores y dificultades, abierto por el delito”. En el caso del condenado, que pueda “reestablecer su percepción como miembro de la sociedad”. Y para esta última, “favorecer la reinserción” de los penados y reducir el riesgo de reincidencia de los mismos “puesto que una persona que se responsabiliza de sus delitos, frecuentemente deja de cometerlos”.
El programa no solo aspira a conseguir beneficios para la víctima, sino también para el delincuente y para la sociedad. En cuanto a la primera, pretende que las reuniones sirvan, entre otros objetivos, para “cerrar el proceso interior, de temores y dificultades, abierto por el delito”. En el caso del condenado, que pueda “reestablecer su percepción como miembro de la sociedad”. Y para esta última, “favorecer la reinserción” de los penados y reducir el riesgo de reincidencia de los mismos “puesto que una persona que se responsabiliza de sus delitos, frecuentemente deja de cometerlos”.
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