A nadie le gusta tropezar con porquería cuando andamos
por sitios públicos. Hay muchos que, como yo, cuando ven alguna caja en el
suelo la recogen para volcarla en su papelera. Y cuando vemos tm de plástico en
espacios marinos nos echamos con razón las manos a la cabeza. Pero de ahí a
obsesionarnos con el plástico de tal manera que rechacemos un producto por
venir envuelto, media un buen trecho.
Mario Barra Jover nos informa que los fabricantes de bebidas norteamericanos, con el fin de aumentar sus beneficios, introdujeron en los
años treinta el envase de un solo uso. Pero el estupor ante los paisajes
sembrados de recipientes produjo rechazo, hasta el punto de que varios Estados
de la Unión se plantearon la prohibición como única solución. Los fabricantes
pasaron a la ofensiva. Los anuncios iniciales en los que, tras consumir un
refresco, se tiraba alegremente el envase al río (“no hay que preocuparse por
guardarlo para recuperar el dinero”) fueron sustituidos por el mensaje opuesto:
“Si tiras en cualquier sitio el envase, estás contaminando”. Con lo cual la
responsabilidad y la culpa por el desaguisado se trasladaba del fabricante al
consumidor. De los envases de un solo
uso el consumidor resultaba responsable y
presunto culpable de la contaminación. Si no se
fabricaran de forma masiva envases de un solo uso, no existiría esa
contaminación.
En noviembre de 2018 Greenpeace nos informó de que algunos países, sobre todo asiáticos, “importan” los desechos occidentales para tratarlos. Tras la renuncia de China en 2018, otros países, como Malasia, ocuparon su lugar. Países sin legislación medioambiental y sin tecnología para hacer frente a la masa de basura que se les viene encima. El resultado no puede sorprender: la mayor parte, cuando no queda amontonada en vertederos salvajes, es incinerada sin muchos miramientos hacia las poblaciones afectadas por la toxicidad del humo. Y la poca selección que hay la pueden hacer niños sin ni siquiera un par de guantes. La conclusión es que el reciclado occidental se mantiene gracias a países pobres, que están haciendo las veces de vertederos.
En noviembre de 2018 Greenpeace nos informó de que algunos países, sobre todo asiáticos, “importan” los desechos occidentales para tratarlos. Tras la renuncia de China en 2018, otros países, como Malasia, ocuparon su lugar. Países sin legislación medioambiental y sin tecnología para hacer frente a la masa de basura que se les viene encima. El resultado no puede sorprender: la mayor parte, cuando no queda amontonada en vertederos salvajes, es incinerada sin muchos miramientos hacia las poblaciones afectadas por la toxicidad del humo. Y la poca selección que hay la pueden hacer niños sin ni siquiera un par de guantes. La conclusión es que el reciclado occidental se mantiene gracias a países pobres, que están haciendo las veces de vertederos.
El consumidor ha sido convenientemente culpabilizado. Es hora de
que los habitantes de los países occidentales estén informados de que esa
“solución” no funciona por desbordamiento y estén así en condiciones de mirar a
los otros responsables, las industrias que los producen sin límites sensatos y
los distribuidores que aceptan imponerlos sin dar opciones. Hemos aprendido a
reciclar y debemos seguir haciéndolo, pero dentro de un nuevo pacto de
transparencia en la información y de responsabilidad compartida.
Hay
problemas que son competencia de la Administración Pública y que no podemos
consentir que se trasladen a los hombros de los ciudadanos. Podemos y debemos
colaborar pero no asumir la carga, la culpa y la responsabilidad, así como la
obsesión de creer que está en nuestras manos poder solucionarlo con un rechazo
total a un material, el plástico, que tiene demostradas ventajas.
Es como
con el ahorro del agua. El consumo
privado de agua es nimio, aunque no recuerdo el % del total, comparado con su
uso industrial y las pérdidas por defectos de mantenimiento en las tuberías para
su distribución. Está bien que no se desperdicie, pero ¿por qué obsesionarse
con reducir su uso privado cuando las fuentes disponen de agua suficiente y se
rellenan normalmente? Os diré por qué: porque haciéndonos creer que está en
nuestras manos evitar que nos quedemos sin agua suficiente, el papá Estado nos
muestra su lado protector para que veamos cómo y cuánto se preocupa por
nosotros.
Matar moscas a cañonazos… Un camión atropelló
a unos vecinos en un pueblo de Madrid que estaban de fiesta. El alcalde colocó
unos bolardos en medio del pavimento, impidiendo el tráfico de la carretera
nacional, para evitar que este accidente se repitiera. Se llenan los mares de
plásticos desechados: tenemos que evitar los plásticos lo máximo posible. Pues
bueno…
Y he aquí un reciclaje singular (clic aquí)
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