Estaba yo en Kinshasa(*) por motivos de trabajo, lo que aprovechaba
para entrevistarme con gente del lugar y mandar crónicas al periódico Ya. Aquella mañana salía del hotel en busca de la viuda de Lumumba cuando chocaron violentamente dos coches, el que pasaba
delante de mí y el que bajaba por la perpendicular. Ninguno de los dos cedió el
paso. Los vehículos quedaron listos para el desguace pero los dos conductores
salieron de su montón de chatarras ilesos. Se enzarzaron? se liaron a insultos
y mamporros? No: se señalaban el uno al otro y a los coches desternillándose de
risa. No paraban de reír, a carcajadas. De golpe vi esta diferencia entre nuestras dos culturas, en su poco aprecio a
la propiedad privada que es tan importante para nosotros.
No sé cómo habrán evolucionado
en estos cincuenta años, pero entonces los viajes al interior eran lentísimos y
llenos de dificultades, como por ejemplo atravesar ríos y otras menudencias. El
acceso a los poblados, fuera de la capital y ciudades como Lumumbasi o
Kisangani, era casi imposible por tierra, por falta de infraestructuras. Y eso
hacía que los pobladores se mantuvieran comunicados e informados solamente a
través de las radios y transistores. Me refiero al Africa central, el Africa
bantú, porque hay tres Africas (por reducirlas al mínimo), la musulmana al
norte del desierto, la negra del Centro y la blanca del Sur.
Y sopotocientas
lenguas que Greenberg redujo a cuatro familias en el Africa central, donde el
número uno se dice tok, tek o dik. Muchas lenguas asiáticas utilizan tik para el dedo índice. Y en el indoeuropeo ancestral, deik significaba señalar con el dedo (de ahí daktilo, digitus, doigt o dedo). Seguramente un testimonio de nuestro origen
común.
En un planeta globalizado
Africa, que será un pulmón de la economía mundial, sufre una crisis cultural como
efecto de nuestra influencia, que la está fraccionando. Y están haciendo del integrismo
religioso (sincretismo del musulmán, el cristianismo y el animismo bantú o yoruba) un factor central del porvenir de todo el continente.
Pero dentro de unos
25 años Africa consumirá tres veces más de lo que los europeos lo hacemos hoy.
Serán mil millones de personas listas para trabajar y consumir y una juventud,
encandilada por las imágenes de la televisión occidental, decidida a vivir
mejor a cualquier precio.
Tenemos en que inter-relacionarnos en las dos direcciones: preparándonos para la avalancha de
migrantes que nos llegarán (y que en gran parte necesitamos) y acompañando a China
tanto en el campo de las infraestructuras como en joint ventures empresariales, si no queremos perder este tren. Y no
se trata de una decisión opcional de la UE, es que no hay otra salida.
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(*) Capital del Zaire, ex-Congo belga
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(*) Capital del Zaire, ex-Congo belga
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