
El gobierno danés
liberal efectuó 114 reformas en las leyes migratorias, algunas tan polémicas
como el envío de migrantes con antecedentes penales a una isla deshabitada en el
mar Báltico, la prohibición del burka en algunos espacios públicos o la
confiscación de bienes a los migrantes recién llegados para poder costear sus
gastos. Medidas éstas que, apoyadas desde la oposición por la nueva ministra,
la líder socialdemócrata Mette Frederiksen, con 42 años la más joven jefa de
gobierno en la historia de Dinamarca, le han permitido ganar las elecciones(*) aunque
para ello haya tenido que escorarse algún grado a la derecha, lo que le ha permitido
ganar votos del Partido Popular al aceptar los “límites en cuanto al número de
inmigrantes que se pueden recibir”.
Estos desplazamientos tectónicos en las ideologías
de los partidos se traducen en España en una derechización de C,s que se sigue
proclamando liberal y una ultraderechización del PP, abducido por su facción de
extrema derecha, al tiempo que el PSOE mendiga a C,s una alianza de gobierno
que le permita “centrarse”, sin perder su identidad, como lo ha hecho su
partido colega en Dinamarca. En cuanto a Podemos, que pretendía ser el motor
del cambio izquierdista hacia políticas
sociales, ha quedado paralizado, más
bien cataléptico, al contemplar absorto cómo sus mejores elementos se desintegran y distancian en distintas
direcciones.
Visto como
espectáculo no está nada mal.
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- (*) El bloque rojo obtuvo 96 escaños contra los 79 del bloque azul. El DF (Partido Popular danés) se quedó en un 9,8% de los votos contra el 21,1% que obtuvo en las últimas elecciones en el año 2015. Durante la campaña, Mette Frederiksen dio un giro rotundo a los ejes programáticos de la socialdemocracia de los últimos 15 años, desarrollando un discurso de izquierda en lo económico, centrado en una firme defensa del Estado de bienestar, junto a una creciente dureza en su aproximación al debate migratorio. Hasta ahora, la socialdemocracia había desplegado justo la estrategia opuesta: un discurso liberal en lo económico y defensa de la multiculturalidad en migración. La socialdemocracia no puede olvidar la defensa de un modelo cívico de integración de la inmigración compatible con una regulación responsable de sus flujos.
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