Incluso
ahora que ya no está.
En una nota de Facebook a las 17:54
del jueves 9 de mayo pasado escribí: “Rubalcaba, para mí el político más inteligente
desde la transición. El acabó con la ETA. Él. Con la ayuda de Otegui que
domesticó a los halcones militares metiéndolos en las instituciones políticas
del Estado." Y no es que sea extraño o difícil decir esto, por más que los impresentables cavernícolas del PP jamás lo han admitido ni lo admitirán, pero lo que escribí merece una explanación.
Me serviré de un texto de Luis R. Aizpeolea
(cualquier otro, de tantos, serviría) del sábado 11 de mayo, para esquivar un aparente subjetivismo personal:
“…ETA
no logró ninguno de sus objetivos políticos y acabó con un comunicado de
reconocimiento de su fracaso. Rubalcaba quería dejar claro, para tranquilidad de las
víctimas, que la democracia había derrotado a ETA y le irritaban los infundios de la derecha radical sobre
inexistentes concesiones a los terroristas… Los hechos han confirmado su
tesis. Pero ese final no fue casual: hubo detrás mucha inteligencia política.
Rubalcaba empezó a implicarse en la lucha antiterrorista en 1997 cuando Joaquín Almunia, secretario general del PSOE, le encargó la interlocución con el Gobierno de José María Aznar, con el que colaboró lealmente en el proceso dialogado entre 1998 y 1999. Al romperlo ETA, (Rubalcaba) jugó un papel fundamental en la génesis del Pacto Antiterrorista y en la aprobación de la Ley de Partidos, que ilegalizó a Batasuna en el 2003.
Rubalcaba empezó a implicarse en la lucha antiterrorista en 1997 cuando Joaquín Almunia, secretario general del PSOE, le encargó la interlocución con el Gobierno de José María Aznar, con el que colaboró lealmente en el proceso dialogado entre 1998 y 1999. Al romperlo ETA, (Rubalcaba) jugó un papel fundamental en la génesis del Pacto Antiterrorista y en la aprobación de la Ley de Partidos, que ilegalizó a Batasuna en el 2003.
Un
año después iniciaba un proceso dialogado con ETA. Rubalcaba sabía que para
afrontar con éxito un terrorismo como el etarra, dado su arraigo social, no
bastaba con dirigir eficazmente las fuerzas de seguridad, contar con la
colaboración internacional, la de los tribunales y la movilización social, sino
que había que ganar también la batalla de la opinión en Euskadi, atraer al
nacionalismo al campo democrático y aislar a los terroristas, para lo cual
acordó una tregua. Rubalcaba decidió que el Gobierno sólo dialogaría sobre los
presos, no sobre cuestiones políticas. Y conjugó inteligencia y corazón en este
asunto, teniendo que sufrir la oposición del PP que atacó este proceso, como siempre lo hace, con infundios.”
(Interrumpo a Aizpeolea para enfatizar que el
PP, incapaz de hacer nunca nada útil que favorezca al interés general, a no ser que coincida con el de su partido, pues sólo
piensa siempre en el suyo, puso en este proceso todas sus energías y
habilidades para hacerlo fracasar, con el fin de evitar que nadie fuera de
ellos lograra lo que ellos no podían ni soñar en lograr. Para ello siempre utilizó a las víctimas en las
contiendas electorales. Recuérdese también su actitud mendaz en relación
con el accidente ferroviario del 11-M esforzándose por todos los medios en
atribuirlo a la ETA para evitar que al día siguiente, día de las elecciones,
pudiera interpretarse lo evidente: que era un sabotaje musulmán y que unos días
antes Aznar apoyó la invasión de Iraq con el falso argumento de las “armas de
destrucción masiva”. Y en efecto, hoy día
están repitiendo, una vez más, como siempre, sus sabotajes contra la actuación
dialogante que el gobierno socialista intenta emprender, en este caso, con el secesionismo
catalán.)
Prosigo.
“ETA rompió el proceso de
diálogo el 30 de diciembre de 2006, y con él la tregua, al atentar en la T-4 de
Barajas y asesinar a dos inmigrantes ecuatorianos. Ahí empezó el enfrentamiento
entre Batasuna y ETA, el último capítulo del terrorismo. Rubalcaba entonces
dirigió sus baterías a Batasuna: “O convencéis a ETA de que termine con los
atentados o rompéis con ella. O votos o bombas”. Rubalcaba, que nunca se sentó
con ETA ni con Batasuna, viajó a Irlanda del Norte para entrevistarse con el
líder del Sinn Fein, Gerry Adams, y pedirle que transmitiera a Batasuna sus
alternativas. De no aceptarlas, la opción era la cárcel y su desaparición
política. Las redadas sucesivas de su dirección, y la amenaza de desaparición
de Batasuna logró que Otegui convenciera a (la rama militar de) ETA para que
cesaran las acciones terroristas. Algo que al fin se logró en octubre, 2011”,
al decidir integrarse los miembros ex-terroristas de la banda en las instituciones
democráticas políticas.
(Lo que sigue, sobra. Pero no
quiero reprimirme. Y lo suelto, porque ya está bien, alguien lo tiene que
denunciar, y apoyar todo lo que pueda ayudar para borrar del mapa político a este
nefasto partido del PP que en mala hora parieron mentes franquistas que aún
sobreviven.)
Cuando,
en marzo de 2006, el Parlamento catalán aprobó un Estatuto que puso en marcha
el desafío independentista, Rubalcaba encaró una misión imposible: desactivar
la deriva independentista. Como experto en el uso de las palabras, limó el
texto hasta dejarlo, en apariencia, listo para encajar en la Constitución. Como
veterano en negociaciones imposibles, convenció a los nacionalistas para que
aceptaran su texto corregido. (Ese
estatuto, aprobado por el Congreso nacional y el Parlament catalán, fue dinamitado
por el PP mediante un recurso bastardo ante el Tribunal Constitucional, y ha
sido el detonante del movimiento independentista de los cinco últimos años. Por
eso, y por su inadmisible actitud anticatalanista con la mira de arañar votos a
nivel nacional, yo acuso al PP de haber sido el causante de la crisis actual en
Cataluña.)
En marzo de 2007,
cuando ya se habían iniciado las últimas conversaciones del Gobierno con ETA,
el preso etarra José Ignacio de Juana Chaos se puso en huelga de hambre.
Rubalcaba ideó una fórmula audaz para situaciones límite. Suavizó el régimen
penitenciario del etarra, que fue clasificado en segundo grado penintenciario,
lo que atenuaba las condiciones de cumplimiento de su condena y le permitía
cumplir la pena en un hospital del País Vasco y, luego, en su domicilio bajo
vigilancia. El resultado fue que De Juana dejó la huelga de hambre. El PP y las asociaciones de víctimas del
terrorismo zarandearon a Rubalcaba con insultos mayores. Como siempre.
La crisis por la llegada de
inmigrantes en cayucos se hizo inabordable durante el verano de 2008. Rubalcaba
negoció entonces con Gobiernos africanos para conseguir la repatriación de los
sin papeles en tiempo récord. (El PP ha
conseguido boicotear las acciones humanitarias con los refugiados con el
argumento del “efecto llamada”.)
En septiembre de 2014 Alfredo Pérez Rubalcaba renunció al
escaño de diputado para reincorporarse a su puesto de profesor de Química en la
Complutense de Madrid. El 10 de mayo pasado a las 15:30 "el hombre que siempre estaba", harto quizás de estar siempre ahí, se quiso marchar. Pero no lo ha conseguido: sigue aquí. Y seguirá en los libros que se escriban sobre cómo, en el primer tercio del siglo XXI, se implantó la democracia en España a pesar del neofranquismo y del PP.
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P/S.: Después de todo
lo cual, qué tiene de extraño que un militante honesto del PP, Borja Sémper,
candidato a la alcaldía de San Sebastián, esconda las siglas de su partido en la
campaña electoral a las municipales? Pues yo os diré por qué: porque lo extraño
es que siga militando en ese pútrido partido.
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