martes, 23 de abril de 2019

1793 (M 23/4/19) Neofranquismo

“El franquismo tuvo dos fases: una, la brutal guerra civil; y la segunda, una dictadura brutalmente disfrazada de una interminable paz”, escribe J.Gracia. Pero ya se terminó, no? Nooo… Ha habido claras caídas, “recaídas de la derecha, como las dos legislaturas de Aznar y su venenosa re-nacionalización de la derecha atávica y nostálgica”.
     La dictadura durante la interminable paz “engendró una segunda tipología de víctimas que no fueron abatidas en guerra sino en una paz hipócrita de encarceladas, secuestradas, perseguidas, intimidadas, avasalladas, amenazadas, rapadas, apaleadas, multadas, maltratadas, torturadas y asesinadas con la impunidad de un Estado terrorista”. Y esto no es una exageración de rencor antifranquista. Por eso no es de recibo una nueva versión light del franquismo, ese no querer agitar los fantasmas del pasado y los restos del presente del Generalísimo por parte de la derecha, en especial los liderados por Casado que ve cómo parte de su electorado se desvía hacia Vox, en connivencia con los ultras de la derecha radical europea y bajo la batuta de Steve Bannon, asesor de Trump.
  Esta reaparición de fuerzas de ultraderecha que estaban larvadas, han aprovechado la coyuntura que les ha prestado la desfachatez del independentismo catalán, y se muestran disfrazadas de modernidad y buscando una relegitimación histórica a base de banalizar la corrupción y la propia dictadura militar, en un intento de maquillar el franquismo blanqueando su memoria. Pretenden un neofascismo con representación parlamentaria.
     De postre os dejo un relato de ciencia ficción de Manuel Vicent: "La balanza":
     En el boxeo hay pesos mosca, pesos pluma, pesos gallo, ligeros y pesos pesados. Antes de subir al cuadrilátero se realiza la ceremonia del pesaje durante la cual desde la báscula los púgiles se retan, se insultan y llegan a veces a las manos, un artificio que se usa para crear la expectación ante el combate y animar el cruce de apuestas. Sucede lo mismo con los políticos cuando entran en campaña, solo que en este caso su categoría no la determina la báscula, sino unos conceptos etéreos, que conforman el espíritu del candidato, envueltos en las mentiras informativas, en la toxicidad de las redes sociales y en la procacidad de los manipuladores de opinión. Estamos acostumbrados a que nos estafen en la calidad de las mercancías que compramos, en el componente químico de los alimentos que comemos, pero la mayor estafa está en el elevado precio que los políticos nos obligan a pagar por conceptos al parecer sagrados, la patria, la bandera, la unidad, la independencia, que si se pesaran se vería que no pesan nada, porque las grandes palabras en que están envueltos son puro flato. Si en un platillo de la balanza de Anubis se colocara el españolismo macarra con caballo y pistola de Vox y en el otro el alucinado sectarismo independentista del lazo amarillo, el resultado sería cero, nada. De hecho, sus respectivos líderes en un combate de boxeo se considerarían pesos mosca cuando no simples paquetes o directamente políticos sonados. No obstante, pese a su fanatismo, que raya en la imbecilidad, muchos ciudadanos los van a votar sintiéndose, al mismo tiempo, felices y humillados.



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