“El franquismo tuvo dos fases: una, la brutal guerra civil; y la
segunda, una dictadura brutalmente disfrazada de una interminable paz”, escribe J.Gracia. Pero ya se terminó, no? Nooo… Ha habido claras caídas, “recaídas de
la derecha, como las dos legislaturas de Aznar y su venenosa re-nacionalización
de la derecha atávica y nostálgica”.
La dictadura durante la
interminable paz “engendró una
segunda tipología de víctimas que no fueron abatidas en guerra sino en una paz
hipócrita de encarceladas, secuestradas, perseguidas, intimidadas, avasalladas,
amenazadas, rapadas, apaleadas, multadas, maltratadas, torturadas y asesinadas
con la impunidad de un Estado terrorista”. Y esto no es una exageración de
rencor antifranquista. Por eso no es de recibo una nueva versión light del franquismo, ese no querer
agitar los fantasmas del pasado y los restos del presente del Generalísimo por
parte de la derecha, en especial los liderados por Casado que ve cómo parte de
su electorado se desvía hacia Vox, en connivencia con los ultras de la derecha
radical europea y bajo la batuta de Steve Bannon, asesor de Trump.
Esta reaparición de
fuerzas de ultraderecha que estaban larvadas, han aprovechado la coyuntura que
les ha prestado la desfachatez del independentismo catalán, y se muestran
disfrazadas de modernidad y buscando una relegitimación histórica a base de
banalizar la corrupción y la propia dictadura militar, en un intento de maquillar
el franquismo blanqueando su memoria. Pretenden un neofascismo con representación
parlamentaria.
De postre os dejo un
relato de ciencia ficción de Manuel Vicent: "La balanza":
En el boxeo hay pesos mosca, pesos pluma, pesos gallo,
ligeros y pesos pesados. Antes de subir al cuadrilátero se realiza la ceremonia
del pesaje durante la cual desde la báscula los púgiles se retan, se insultan y
llegan a veces a las manos, un artificio que se usa para crear la expectación
ante el combate y animar el cruce de apuestas. Sucede lo mismo con los
políticos cuando entran en campaña, solo que en este caso su categoría no la
determina la báscula, sino unos conceptos etéreos, que conforman el espíritu
del candidato, envueltos en las mentiras informativas, en la toxicidad de las
redes sociales y en la procacidad de los manipuladores de opinión. Estamos acostumbrados a que nos estafen en la calidad de las
mercancías que compramos, en el componente químico de los alimentos que
comemos, pero la mayor estafa está en el elevado precio que los políticos nos
obligan a pagar por conceptos al parecer sagrados, la patria, la bandera, la
unidad, la independencia, que si se pesaran se vería que no pesan nada, porque
las grandes palabras en que están envueltos son puro flato. Si en un platillo
de la balanza de Anubis se colocara el españolismo macarra con caballo y
pistola de Vox y en el otro el alucinado sectarismo independentista del lazo
amarillo, el resultado sería cero, nada. De hecho, sus respectivos líderes en
un combate de boxeo se considerarían pesos mosca cuando no simples paquetes o
directamente políticos sonados. No obstante, pese a su fanatismo, que raya en
la imbecilidad, muchos ciudadanos los van a votar sintiéndose, al mismo tiempo,
felices y humillados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario