domingo, 21 de abril de 2019

1791 (D 21/4/19) Algoritmos

Cuando navegas en las redes realizas una serie de acciones que se almacenan configurando tus deseos, tus intereses, tus compromisos, tus planes. Y de acuerdo con la figura resultante, ese mismo sistema te bombardea con publicidad, o con propuestas, o fake news (noticias falsas) que se acomodan a tus gustos o a tu personalidad. Se trata de los famosos algoritmos.
      Y qué son los algoritmos? Pues los algoritmos son un set de instrucciones que se aplican sobre un conjunto de datos de entrada para resolver un problema. Nacieron en Nueva Zelanda en el año 2014 y ahora están en todas partes. Google y Facebook lo saben casi todo de nosotros. “Son opiniones encerradas en matemáticas”, pero no son irrefutables pues trabajan con probabilidades, no con certezas, y dependen del sesgo de quien construya los datos, de qué variables se componen y con qué datos se les nutre.
   El sesgo de género, por ejemplo, se ve claro en este caso: en una prueba experimental de selección de músicos para una orquesta, la introducción de biombos en las audiciones de los candidatos multiplicó por cinco la presencia femenina en las orquestas que apostaron por esta práctica.
    Os acordáis de Richard Thaler y Daniel Kanheman, economistas a los que dieron el premio Nobel en 2017 y 2002, respectivamente, que osaron dudar de la racionalidad de nuestras decisiones  (Homo Oeconomicus) por ser su contenido fuertemente emocional? De intuiciones se trataba, que luego recubrimos con argumentos racionales. Intuiciones que son “el resultado de gestionar a un nivel subconsciente el conocimiento del que se dispone por experiencias acumuladas” anteriormente.
      Pone todo esto en riesgo nuestras convicciones sobre la libertad? Si resulta que nuestras decisiones se fundamentan en la gestión inconsciente de un conocimiento preexistente, los algoritmos amenazarían con determinar nuestros propios deseos, opiniones, y por tanto nuestras decisiones. O no?
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Semana Santa, (resaca).
Aunque España es un país cada vez más laico en el que la religión ocupa un espacio cada vez menor en la discusión pública, la Semana Santa ha crecido en las últimas décadas y crecerá en las siguientes. No hay ciudad sin tradiciones recuperadas con su sello de interés turístico nacional. Incluso allí donde nunca se vivió con un entusiasmo especial y las cofradías estaban formadas por una caterva de personajes tristes sin tarjeta de crédito para comerse unas gambas en la playa, la Semana Santa ha adquirido un prestigio y un boato propio de los tiempos de Trento. A la España democrática le gusta una procesión más que a la España franquista…./… En esa contradicción habita el secreto de la España de hoy, y el partido político que mejor la entienda debería ganar las elecciones. A ver qué revelaciones tienen los gurús de las campañas entre inciensos y saetas. (Sergio del Molino, “Los tambores de Calanda”, ElPais jueves 18/4/19)

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