domingo, 14 de abril de 2019

1784 (D 14/4/19) Palabra de dios

Debía de ser un proselitista de Testigos de Jehová. Quería que viera el libro que me enseñaba con el argumento de que era la “palabra de dios”.
  Las “religiones” mágicas paganas de nuestros ancestros prehistóricos lo constituían los rituales y los mitos que representaban mientras que las tres religiones modernas, las tres religiones del Libro, monoteístas, se expresan por sus liturgias y sus libros sagrados.
     Me resulta curioso que las tres compendien su código dogmático y moral en un libro escrito: la Torá, el Corán y la Biblia. Palabra de dios. El primero no lo conozco y el segundo no lo he leído totalmente, pero el tercero, sí.
   La Biblia es el libro más publicado de todos los documentos escritos. Su etimología la declara el Libro (biblos) por excelencia (*). No sé bien si es sagrado por ser la “palabra de dios” o si se le concede este atributo por considerársele sagrado. El dios del pueblo judío no queda en sus textos bien parado que se diga, y la fe irracional en un texto escrito, por sagrado que sea, ha sido la causa del disparate de datar el nacimiento del ser humano en el año 4004 a.d.n.e. mediante el conteo de las generaciones de Matusalén (no se detalla si Adán nació hablando inglés y si lo hizo por la mañana o a la hora de la siesta, aunque sí se sabe que fue moldeado del barro). Palabra de dios.
     De la Biblia se saca hasta petróleo. Claro que también podríamos extraerlo de cualquier otro libro, incluso de recetas de Arguiñano, si sólo pusiéramos la suficiente fe en ello. En todo caso es un buen referente para cuadrar con otros mitos (griegos, hindúes, mesopotámicos…) y ayudar con ello a reconfigurar, en lo posible, las creencias de nuestros antepasados.
     Dado que los primeros alfabetos eran consonánticos (los griegos no añadieron las vocales antes del siglo IX a.d.n.e.), y puesto que el nombre, como la sombra y objetos personales, hacían vulnerable a quien lo portaba, para proteger al dios judío lo crearon sin nombre, lo cual se consiguió utilizando solamente vocales para ello: Iaoué, Iahvé, Ieouá, Jehová (hipótesis de mi cosecha). A pesar de lo cual son numerosos los nombres con los que se conocía a dios por el pueblo de Israel (Adonai, Elohim…, un catálogo de nombres, significados y fuentes bíblicas donde se le cita puede verse en Wikipedia, clic aquí).
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(*) El nombre de la Biblia de los 70 (la LXX) se debió al número de sabios traductores (72) que realizaron la tarea. Por instrucciones de Ptolomeo II (284-246 a. C.), monarca griego de Egipto, estos sabios judíos, que fueron enviados por el Sumo sacerdote de Jerusalén, trabajaron por separado en la traducción de los textos sagrados del pueblo judío. Aunque en general se trataba de textos escritos en lenguas semíticas (hebreo y arameo) algunos de ellos fueron originalmente redactados en griego.​ Para algunos la LXX se habría redactado pensando en las comunidades de judíos que vivían en la Diáspora y que se comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época, residía en Alejandría una numerosa comunidad de inmigrantes hebreos. Sin embargo, dado que la orden habría provenido del rey Ptolomeo greco-egipcio es probable que el fin de la misma fuera proveer a la Biblioteca de Alejandría de una versión griega de los textos sagrados hebreos.
La mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser traducidos de sus originales hebreos y arameos al griego. La traducción al latín hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata y publicada en el siglo IV la era cristiana, fue declarada en 1546 por la Iglesia Católica en el Concilio de Trento la versión única, auténtica y oficial de la Biblia para la Iglesia latina, y así lo ha sido hasta la promulgación de la Nova Vulgata, en 1979, el que ahora es el texto bíblico oficial de la Iglesia Católica.

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