martes, 12 de febrero de 2019

1722 (M 12/2/19) Misa y aperitivo


El aperitivo y la misa del domingo
(material para antropólogos, psicólogos y sociólogos)

Sergio del Molino y Manuel Vicent escriben de lo mismo el mismo día, pero por separado. Y sin ponerse previamente de acuerdo. El tema es la misa y el aperitivo del domingo. Sergio lo titula Misa y Vicent Aperitivo. Leed, leed:



Sergio del Molino: Misa

En domingo, la gente de orden va a misa y almuerza, pero más vale que el cura no fuerce a nadie a elegir entre la fe y la taberna

Un viejo amigo de Sigüenza se levantaba cada domingo repitiendo la misma monserga: “Lo importante y principal es ir a misa y almorzar, y si corre mucha prisa, que le den a la misa”. El dicho resumía como pocos las dos caras esquizofrénicas de un país católico y anticlerical a la vez. A veces, al mismo tiempo. En domingo, la gente de orden va a misa y almuerza, pero más vale que el cura no fuerce a nadie a elegir entre la fe y la taberna, o puede llevarse un disgusto y encontrarse la parroquia vacía.
     Casado y Rivera, con el palmeo entusiasta de Abascal, quieren que este domingo sus fieles elijan misa en vez del almuerzo. En el caso de que no les diera tiempo a cumplir con la patria y con el vermú, que sacrifiquen el segundo. Para ello, han abierto el arcón de terminología política del siglo XIX y han sacado a desfilar las palabras felón, ignominioso y hasta traición, que huelen a sangres coaguladas de otros tiempos y que parecen destinadas a movilizar a gentes de otros tiempos.
     Lo bonito del dicho que repetía mi amigo de Sigüenza es que revelaba una pachorrería muy cívica. Transmitía una ética perezosa y guasona que facilitaba la convivencia. Quien sacrifica el almuerzo por la misa tiene querencia de fanático, no parece un vecino agradable con quien se pueda armar una comunidad feliz. Rajoy, cuyo recuerdo es tan lejano como el del siglo XIX, apelaba siempre a ese tipo de español que conformaba su mayoría silenciosa. Al nuevo PP, ya se ha visto, no le gustan el silencio de las mayorías ni mi amigo de Sigüenza ni el propio Mariano Rajoy, y busca una imagen plebiscitaria del centro de Madrid lleno de rojos y gualdas.
     Mi amigo de Sigüenza y yo nos levantaremos tarde, como cada domingo, y no llegaremos a tiempo a ninguna misa. La veremos por la tele y de reojo. Ojalá seamos más los españoles de las tascas que los de la calle.

M.Vicent: Aperitivo

Bajo el sol de este domingo habrá dos Españas, la de los que expresan el amor a la patria machacando al adversario y la de los más necesitados que la cambiarían a pelo por una ración de patatas bravas.

 

Como siempre, también este domingo al mediodía habrá dos Españas: la de los patriotas que en la plaza de Colón de Madrid van a rivalizar en el odio al Gobierno y la de los ciudadanos corrientes que a esa misma hora no estarán dispuestos a que ninguna patria les arruine un buen aperitivo. Mientras unos se desgañiten acusando a Pedro Sánchez de alta traición por vender España al enemigo, otros sentados en las terrazas de los bares bajo un sol que ya anuncia la primavera pedirán a los camareros otra de mejillones. Si bien en el diccionario ya no quedan insultos infamantes que la derecha encabritada no haya usado contra el presidente del Gobierno, en contrapartida también existen mil clases de tapas y otras tantas formas de mezclar la ginebra con tónica. Pese a que dos horas de concentración patriótica harán que el aire de Madrid sea irrespirable, una vez que su odio haya sido eviscerado, la derecha se derramará por las calles con la bandera española en los riñones y al pie de las barras el amor a la patria bajará al nivel de una ración de calamares. “¡Viva España!”, gritará uno. “¡Camarero, un tinto y una de boquerones!”, gritará otro. Para celebrar el éxito de la concentración, algunos líderes de las derechas ocuparán los reservados de los mejores restaurantes donde unos y otros se saludarán enarbolando un percebe o una cigala en la mano como otra bandera, la de verdad, con la que se cierran los negocios redondos. Tal vez en la mesa sonará un crujido extraño, craaak, semejante al que podría producir España un día cuando se rompa, pero en este caso se tratará de un patriota que acaba de partir una pata del centollo con las tenazas. Bajo el sol de primavera este domingo habrá dos Españas, la de los que expresan el amor a la patria machacando al adversario y la de los más necesitados que la cambiarían a pelo por una ración de patatas bravas.

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