Se quejan de vicio. Me pregunto
si lo harán para burlar a Hacienda. Pablo, también. Madruga todos los días para
atender a los clientes mañaneros y lleva mal que su bar/cafetería/restaurante,
Mesón Casa Pablo, reciba tan poca gente a estas horas tan tempranas. “Si es que
yo no sé, mardita sea, quién me manda a mí abrir tan temprano si a estas horas
no entran ni borrachos. Que las cosas van muy mal, quillo, que las cosas van
muy mal. Hay que estar aquí para entender esto, aquí!”, y golpea con los
nudillos el mostrador de madera.
“Los taxistas se quejan mucho”, comento
las noticias de la tele con la huelga de los taxis. “De tó, se quejan de tó”. “Y
no debe de irles mal”, me explico yo, “cuando el traspaso de licencias se paga
a más de cien mil euros”. “Digo”, Pablo siempre apoya mis argumentos..
Casa Pablo le costó un pastón. Y lo pagó
al contado. A tocateja, plash, plash, un billete detrás de otro. Para eso tuvo
que vender unas parcelas en Sevilla y en Jaén que ya no rendían, porque las aceitunas ya no
son lo que eran.
“Es como los campesinos, que cada año dicen
que les va peor. Pero luego se les casa una sobrina y le montan en seis meses una
casa en las afueras del pueblo con 600 mts2 de jardín, parque infantil, sin
saber todavía si van a pintarlo de rosa o azul, y piscina”. “Digo. Eso digo yo.
Los campesinos, también. Si es que no llueve nunca…”, me refuerza mientras me
sirve el café en la barra de su magnífico bar/café/restaurante, Mesón Casa
Pablo, “pero luego bien que guardan sus dineros en el banco. Si es que la gente
se queja por quejarse, joé!”
Y es que Pablo me da siempre la razón. Si
lo sabrá él que tuvo que sacar sus dineros del banco para poder comprar este
local donde no viene nadie, pero nadie, a primeras horas de la mañana. Y yo sé
que el negocio le va bien. Pero no a primera hora.
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