Que el nombre de Dios no se pudiera
pronunciar ni escribir data de antiguo. Eso también ocurría en Israel, pero era
por mantener una tradición arraigada en muchas culturas prehistóricas desde
tiempos inmemoriales. El nombre, como la huella de los pies en el suelo, o la
propia sombra del cuerpo, había que protegerlos contra personas hostiles que
podrían utilizarlos en perjuicio de su dueño. Y así las madres ocultaban el
verdadero nombre de sus hijos y hacían público otro falso. Todavía hoy al Papa lo
sacan al exterior bajo palio y sobre parihuelas (para no proyectar su sombra ni dejar
pisadas) para no poner en peligro su vida si cualquiera pudiera utilizar su
sombra o sus huellas en el suelo. (En el palacio de Tokpaki de Estambul mantienen
en una urna, para protegerla, la huella del pie de Mahoma.)
Pero los alfabetos eran consonánticos (podemos pronunciar los jeroglíficos
egipcios con las vocales -actuales- que queramos) hasta el siglo VIII adne. en que
los griegos aportaron las vocales. Por eso sorprende el ingenio de los
israelíes dando nombre a su dios con cinco vocales (no antes del siglo VIII,
claro está): Ieoua (Jehová, Yahveh), “evitando” así que nadie pudiera utilizarlo.
Esta atrevida hipótesis no soy capaz de argumentarla más de como lo he hecho, pero
me sirve mientras no encuentre otra mejor.
En Exodo 3, 14 Dios le dice su nombre
a Moisés: “Yo soy el que soy”, y ahí queda eso. El nombre de Dios aparece escrito
en el Antiguo Testamento con cuatro letras en hebreo: יהוה que se pueden
transcribir como Y-H-W-H. Como pronunciar el nombre divino estaba prohibido
para los hebreos, ya lo hemos dicho, en su lugar leían "mi señor" (en
hebreo: אֲדֹנָי,
Adonai), que se escribía también con cuatro letras A-D-N-Y y tres marcas de vocalización (niqud): ə, ō, ā, lo que resultaba,
aproximadamente, AəDōNāY.
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