Donald Trump es feliz porque ha cumplido su objetivo, que no es precisamente la presidencia de la mayor potencia mundial, ni el MAGA: make America Great Again, recuperemos la América Grande de nuevo. No. Estos no son sino pasos intermedios para su objetivo real del niño mal criado que fue: que es ser más que todos los mases que podamos imaginar. Y ser reconocido como el Más. Y acaso no lo ha conseguido? Ahí lo tenéis: todos los titulares de toda la prensa y demás medios revoloteando sobre su figura como las polillas que se acercan inevitablemente a la lámpara donde se van a quemar. Y así, miente como el que más; impone sus caprichos de todo tipo como ningún otro se atrevería ni a soñar; se embolsa el dinero a montones exigiendo y consiguiendo la admiración de los estafados; se inventa una política macroeconómica disparatada y quiere imponerla sobre la misma autoridad monetaria; en un afán exhibicionista, decididamente desinhibido, se desabrocha todos los días la gabardina, y así podéis seguir cuanto queráis. Está como una cabra. No importan las consecuencias de sus absurdos caprichos, sólo le importa su protagonismo. El más peor, el más nefasto, si queréis, pero el caso es que sea el Más. Y ahora aspira al premio Nóbel de la Paz. Luego querrá ser el Papa. Y eso es lo que están aprendiendo los líderes de la derecha política. Que si quieren tener votos, tienen que insultar más, mentir más, robar más, todo más, porque el votante lo que quiere es tener un primo Zumosol. Qué importa lo que haga? ni lo que diga… Pelillos a la mar.
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