Los genocidios son delitos
denunciables ante el Tribunal Penal Internacional (CPI) por ser crímenes cometidos
con la intención de destruir, de manera total o parcial, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso.
La diferencia entre la Corte de Justicia
Internacional (CJI, de la ONU, con sede en La Haya, Holanda) es que ésta dirime
conflictos entre Estados mientras que la Corte Penal Internacional (CPI
), que fue creada en 1998, con sede también en La Haya, tiene competencia para
juzgar a los individuos presuntamente responsables de haber cometido los
crímenes más graves contra la humanidad (genocidio, crímenes de lesa humanidad
y crímenes de guerra).
No se deben confundir con un tercer
tribunal, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) el cual es un tribunal
internacional que se encarga de
interpretar y garantizar la aplicación de la Convención Europea de Derechos
Humanos (CEDH) y sus protocolos adicionales y que tiene su sede en Estrasburgo (Francia).
Cualquiera puede hoy día calificar
como genocidio las muertes ocasionadas por Putin de Rusia en Ukrania y por
Netanyahu en Gaza, Cisjordania y Oriente Próximo, pero Soledad Gallego Díaz lo
expresa así:
“Resulta difícil contradecir a
quienes llevan tiempo denunciando que Netanyahu se ha embarcado en una auténtica
operación de limpieza étnica. Impedir la entrada de suficientes alimentos y de
suministros médicos, dinamitar conducciones de agua, bombardear (hospitales,
escuelas,) campamentos civiles con el pretexto de perseguir a uno o dos
militantes de Hamás, sólo tiene explicación si lo que se pretende es crear un
clima de terror que lleve a los gazatíes a aceptar cualquier solución que acabe
con su espantoso sufrimiento. La operación desencadenada por el gobierno de
Israel tras el brutal ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 y el secuestro
de más de 200 ciudadanos israelíes, nunca ha sido una guerra (el “enemigo” no
ha tenido nunca ni aviación, ni tanques ni artillería pesada) sino una “acción
de castigo” que, en cuanto tal, cumplió sus posibles objetivos hace ya
bastantes meses. Continuar como una acción armada de tanta intensidad en un
espacio ya arrasado tiene más explicación como un proyecto de limpieza étnica
en toda regla”.
Hoy se autoproclama presidente de Venezuela un payaso, mendaz y delincuente. Maduro sabe que no ganó las elecciones. Todos sus aliados también saben que no ganó. Y los representantes del cuerpo diplomático, los corresponsales extranjeros, los invitados especiales, los generales y los ministros, los funcionarios, los guardaespaldas, los empleados de la limpieza, los televidentes de cualquier parte del mundo... no sólo saben que no ganó sino que saben además que perdió por paliza, que casi el 70% de los votantes quieren que se calle, que se vaya. Si las cuerdas vocales de Nicolás Maduro fueran independientes y tuvieran pudor, probablemente se suicidarían.
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