Asís, coordinador y poeta Titus
Titus es holandés. Y vive en Saviñán. Y si vive en Saviñán es porque su pareja, natural de aquí, vive aquí. Zona de frutales, peras, manzanas, almendras, cerezas, a 76 km al sur de Zaragoza.
Y fabrica clavicordios, o
clavicémbalos, no lo sé muy bien. Es uno de los únicos cuatro fabricantes de
estos instrumentos musicales que hay en todo el mundo (eso dicen).
Lleva en Saviñán 17 años, aunque su
actividad se remonta a 40. Hace 17 años se presentó en sociedad organizando un
concierto de clavicordio en la iglesia de Saviñán donde acudieron varios
cantantes de ópera profesionales. Estuvo bien. Yo también estuve allí. Y ahora
repite organizando otro concierto de claves que tuvo lugar en la ermita de San
Roque, que Titus Crijnen dedicó a Saviñán y que conmemoraba el cuarenta
aniversario de su taller.
Junto con Titus participaron los concertistas
Martin Borsányi, Iklim Tamkan, Alberto Martínez Molina, Jaime Martín Garcés y Vanessa
Pérez Carvajal. La coordinación y presentación del evento corrió a cargo del
compositor y poeta Asís Márquez González, que adornó todas las piezas del
concierto con delicadas florituras. Y como no podía ser de otra manera, acudió
también el alcalde Ignacio Maracuello, para la foto final, con los consabidos
aplausos.
En la primera parte, los
intérpretes Iklim Tamkan y Martin Borsányi interpretaron obras de Fazil Say,
Martin Borsányi , J. P. Rameau y J. S. Bach. En la segunda parte, Vanessa
Pérez, Alberto Martínez, Jaime Martín y Asís Márquez, interpretaron las Doce
miniaturas para clave a cuatro manos, de Asís Márquez, que ha editado este año
un libro con estas doce miniaturas con ilustraciones de Teresa Cabanillas. Se
trata de piezas originales, arreglos de otras piezas ya existentes y de
melodías de diversos orígenes.
Me encapriché con el libro de
doce miniaturas, pentagramas encuadernados con bonitas ilustraciones, y nada
más acabar las actuaciones abordé al compositor y poeta Asís Márquez para pedirle
un ejemplar.
-Cómo no! Claro, espera que los tengo
ahí dentro.
Le
pregunté qué precio tenía, si es que lo tenía, sin lisonjearlo con un “ya sé que esto no tiene
precio”… y me cortó en seco: 30.
Yo tenía 50 y él no tenía cambio.
-Dos por 50, remató el trato, esta vez sin
florituras. Y cargué con los dos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario