Hace
justo un año, en la final del Mundial el 20 de agosto del año pasado, España
elevó la Copa del Mundo en Sídney tras tumbar a Inglaterra con un gol de un
zurdazo cruzado de Olga Carmona. La Roja hasta 2015 no se había estrenado en la
mayor competición de selecciones del planeta. En menos de una década, el equipo
pasó del ostracismo futbolístico al mayor éxito de su historia con una victoria
que lo cambió todo.
Se
culminaba así un viaje que había comenzado años antes con los éxitos de España
en las categorías inferiores, donde la sub17, la sub19 y la sub20 concatenaron
títulos en Europeos y Mundiales. Tras el triunfo en Sídney, Kelly Simmons,
exdirectora de fútbol profesional femenino de la federación inglesa, avisaba en
un artículo en The Guardian que Inglaterra debía reaccionar de inmediato
porque España estaba en disposición de “dominar el fútbol mundial durante la
próxima década”.
El curso pasado se situó como el segundo
deporte más practicado en España por ellas y por primera vez superó las 100.000
fichas federativas. Tras el beso de Luis Rubiales a Jennifer Hermoso en plena
celebración del título, las futbolistas zarandearon un organismo que llevaba
lustros anquilosado en el machismo y el trato discriminatorio contra ellas.
En septiembre de 2022, 15 futbolistas habían
renunciado a ir a la selección si no se producían cambios estructurales en el
femenino, pero antes de la competición algunas de ellas, como Aitana Bonmatí
—actual Balón de Oro y elegida mejor jugadora del Mundial—, recularon,
dialogaron y sentaron las bases para el inicio de una normalización que no
ocurrió hasta la revolución inevitable que llegó tras el beso de Rubiales a Jennifer
Hermoso.
Rubiales,
procesado y pendiente de juicio —se sentará en el banquillo de los acusados el
próximo febrero— por el beso y las supuestas coacciones posteriores a Hermoso
para que defendiera su forma de actuar, no fue el único en caer. Vilda, el
entrenador, también acusado de coacciones a la futbolista y del que las
jugadoras cuestionaban sus métodos de entrenamiento, fue apartado de su cargo,
y Montse Tomé, que había sido su mano derecha, ocupó el banquillo. También
salieron Albert Luque, a la sazón director deportivo, y Rubén Rivera, director
de marketing, para los que la fiscalía pide un año y medio de cárcel por
coacciones a Hermoso. Además, las jugadoras consiguieron que se creara una
comisión para mediar en momentos de crisis y un protocolo para casos de
violencia sexual, así como las destituciones de Andreu Camps, entonces
secretario general, y Pablo García Cuervo, director de comunicación, que habían
gestionado la crisis de las 15 rebeldes tildando a las jugadoras de “niñatas”.
Hoy
la RFEF está descabezada —Pedro Rocha, el sucesor de Rubiales, fue inhabilitado
el pasado julio por el Tribunal Administrativo del Deporte, aunque pidió una
cautelar pendiente de resolver todavía— y el director de fútbol para la
selección, Markel Zubizarreta, no duró ni un año y aún no tiene sustituto.
La
exigencia máxima depositada en ese equipo y la consiguiente decepción al verlas volver de
París sin la medalla al cuello responden al legado que ha dejado la España de
Alexia y Jenni, de Aitana y Salma, de Paredes y Mariona, referentes del equipo
que cambió la historia.
Hoy
hay más niñas que nunca pateando balones. Las licencias crecieron este curso un
23%, y en los últimos 12 años la escalada fue de un 191%: se ha pasado de las
39.023 fichas de 2012 a las 107.853 de este 2024.
No se trata solamente de una
revuelta de las chicas de la selección femenina de fútbol. Son la cresta del iceberg feminista que se ha plantado: “basta ya!” con una repercusión social que
sobrepasa lo que ni ellas mismas podían imaginar.
https://elpais.com/deportes/futbol/2024-08-20/el-mundial-que-lo-cambio-todo.html
(Diego
Fonseca y Nadia Tronchoni, El Pais de 20/8/2024)
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