La de cosas
que ocurren en Triana.
Roberto tendrá poco más de 20 años y vende
tebeos por bares y mesones, cafeterías, pizzerías y restaurantes, allí donde le
dejan. Como ocurre en esta pizzería de Mamma mía, en pleno ombligo de la calle
Betis, donde he ido a almorzar con una amiga que acaba de llegar de un viaje
por Galicia o Polo Norte, no recuerdo, y tiene muchas cosas que contar. Llega
Roberto, que se gana la vida como ya sabemos y no soporta que no se le mire
cuando te mete los tebeos debajo de la barbilla.
-Cómpreme un tebeo.
-No.
E intento seguir hablando y comiendo
con mi amiga, a pesar de lo incómodo que resulta hacer eso con una patena de
papel de colores delante de mi cuello.
-Cómpreme un tebeo.
-Te he dicho que no ¿por qué insistes?
Nuevo intento de charla y comida,
pero Roberto sigue allí con los tebeos que me rozan la garganta como si
fuera una navaja.
-Cómpreme un tebeo - ya no lo pide,
lo ordena.
-Cómo quieres que te diga que no voy
a comprarte ningún tebeo? -al tiempo que hago señales a un camarero para que se
acerque.
-Tú me vas a comprar estos tebeos y
no uno sino todos los tebeos, porque te voy a esperar en la calle y te voy a
sacar toda la pasta que lleves encima.
Y sin intentar otras ventas en
ninguna otra mesa salió con sus tebeos y se sentó en el muro de la vera del río
a esperar, supongo, a que yo saliera.
Ea. Imaginen ustedes la gracia. Imaginen
ustedes a qué me pudo saber el ossobuco, que no sé ni cómo pude tragarlo sin
vomitarlo, mientras mi compañera no paraba de contarme su viaje. Y nos
fuimos a casa de mi amiga en Pontevedra que luego resultó que no estaba…, si
vieras, tuvimos que dormir en el coche, y un frío… Claro, como a ella no la
esperaban fuera… Lo que no me explico es cómo puedo recordar lo que decía
cuando allí dentro, una cueva con una sola salida, no me enteraba de nada.
Menos mal que no me preguntaba tú me entiendes? pero tú crees que eso puede
ser? porque yo, para evitarlas, asentía continuamente.
Tenía que haberme levantado y
salido tras él y haber resuelto el conflicto de inmediato. Pero no. Me quedé
sentado, comiendo, sin enterarme de lo que estaba deglutiendo.
Allí mismo, a cien metros, está la
Comisaría… Se portaron bien, nos llevaban a todas partes, aunque tú sabes, no
es lo mismo… pero hay que llegar hasta allí, y no voy a hacer el ridículo corriendo…, por qué me
tiene que ocurrir a mí esto? si yo nunca me meto con nadie, ni me pego con nadie…,
es que ya no se puede ni comer en paz. Y la otra sin parar… Nos quedamos a dormir
en Zamora, mucho viaje, no? Y los kilómetros que llevábamos encima, además
conducía yo sola… Puedo coger este cuchillo y llevármelo en el bolsillo…,
pero qué voy a hacer yo con un cuchillo? o avisar al camarero, pero qué le
digo? Me podría acompañar a mi casa? es que, sabe usted, ahí fuera hay uno que me quiere pegar… Pero el
año pasado fue mejor, y eso que la amiga con la que fui no era tan amiga, pero
no sé, esas cosas que pasan, que es que tres semanas es mucho tiempo y es
entonces cuando conoces de verdad a las personas, conviviendo todo el día… Ojalá
se fuera, pero qué va! sigue ahí, Dios! ni el vino me sabe a vino, quién me
mandaría venir a esta mierda de …
Cuando salimos había secretado
toda mi adrenalina. Decidí no darle la oportunidad de seguirnos y crucé la
calle para dirigirme directamente a él.
-Vamos a ver, qué querías?, le
pregunté simulando mal la calma.
Y el hijo de su madre va y se levanta,
muy digno, y grita mirando a un lado:
-¡Yo con usté no tengo nada que
hablar, caballero!
Y eso fue todo. Podía habérmelo
dicho media hora antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario