miércoles, 29 de mayo de 2024

2511 (X 29/5/24) Tr.42.Más gente de Triana: Francisco, Manolo, Morillo y “el Gaucho”

Francisco. Tr.42.1
Visito la “catedral” de santa Ana. Nada más entrar me topo con alguien sentado junto a la puerta, sheriff sin fusil en ristre, que no esconde la desconfianza que le inspiro como extraño. Imagino que todos los que aquí vienen se conocen y disculpo la mirada impertinente con que me persigue después de haberme negado el saludo.
          -Buenas tardes, me dirigí a él tratando de iniciar conversación, como si fuera el amo de la finca.
        Se limitó a mirarme, de arriba abajo, y siguió mirándome cada vez que yo volvía la cabeza para comprobar una vez más que no tenía otra cosa que hacer más que mirarme. Yo veía los retablos y capiteles laterales sin enterarme de mucho porque estaba más pendiente de él y su mirada que de los estucos y policromados. Estaba claro que yo no le había caído bien, pero que nada bien.
     Las situaciones graves requieren actuaciones frontales: intenté sonreírle señalando a los retablos.
          -Impresionante- remaché sílaba por sílaba, haciendo uso de mi dominio de las relaciones interpersonales, con o sin dinámica de grupo- Muy bonita, francamente bonita.
        Ahora ya mi tono era seco, cortante, como exigían las circunstancias. No se dignó contestarme. Si quería comprarle tendría que pagarlo caro. La falta de respuesta me desconcertó y emprendí la huida hacia la puerta de salida. Allí estaba ya él, no sé cómo pudo llegar antes que yo, asegurándose, imagino, de que me iba.
           -Pues nada, lo dicho, que usted lo pase bien, vaya con Dios.
           A un centenar de metros volví la cabeza y le vi sentado en el mismo lugar en el que me lo encontré al entrar. Indagué sobre quién podía ser aquel individuo tan extraño. Y me enteré de que era el encargado de abrir y cerrar el edificio que cuidaba; que era el que tocaba las campanas, y portaba la cruz de la Hermandad; que todo el mundo en el barrio le quiere porque es el paradigma de la fidelidad, aunque muy pocos saben cómo se llama por la sencilla razón de que no le llama nadie. Cuando hablan de él, que lo hacen mucho, se refieren a él como “el Mudito”. Porque es que Francisco, el sacristán, es sordomudo.

Manolo. Tr.42.2
Me está cansando a mí ya que se esté dudando tanto de la veracidad de estas historias. De una vez por todas diré, y no pienso repetirlo, que estos relatos, un 90% puro embuste, son más ciertos y reales que la vida misma, que donde hay magia no caben matemáticas. Es el caso de hoy, Manuel Ramírez Chacón, dni 27.297.974, 1.65 m de estatura, gafas de metal redondas con 2 grados de dioptrías, natural y residente de Triana (barrio León), por señas que no falten.
          Viaja. Todos los domingos coge un autobús interurbano que le lleve a donde sea, el primero que salga. No ha leído la Historia de los Heterodoxos de Menéndez y Pelayo pero sabe que viajando comienza la herejía y que las cosas, para conocerlas, hay que verlas desde fuera.
          -Qué bien hablas, tío. Lo que daría yo por hablar asín  de bien. Sobre todo cuando no se te entiende. No iba a ligar yo ná…
           Navegando por el asfalto a la deriva, porque marearse viene de mar, no hace los viajes por turismo, o sea para poder contarlos, a Manolo hay que meterle los dedos hasta la campanilla.
           -Te cuento otra?
           -Va, venga.
           -Los viajes de verdad están aquí.
         Y se toca el coco. Luego ríe y me da unas palmaditas en el hombro, a ver si aprendo.

Morillo. Tr.42.3
(En las fechas en que escribí esta semblanza, allá por los comienzos de los 80 del siglo pasado, era mucho más difícil que hoy ser homosexual. Por muy elegante, discreto y exquisito que se fuera. Confieso mi absurdo, prepotente, injusto, penoso, sarcástico prejuicio en su contra cuando fui a visitarle.)
       Fernando Morillo Lasso, era desde 1943 el cuidador y vestidor vitalicio de la Virgen de la Esperanza de Triana, en la calle Pureza 10 -ahora 6- donde está la Cofradía que antes fuera Funeraria, cuando su madre vivía. Allí me recibe, grabando en joya el escudo de la Hermandad, con más de sesenta años de historias en sus espaldas que aún siguen sin encorvar. No ha fallado en su trabajo ni un solo día, “ni por un resfriado”.
          Trabaja el oro, el platino, pedrería… Suyos son el puñal de oro de la Esperanza de Triana, el corazón atravesado por la daga de diamantes, el salvavidas que lleva la imagen en la mano, el escudo del resplandor de la corona, el anillo de diamantes que pende del interior de los imperiales…
         -La imagen de la Esperanza es el hotel de la Virgen en Sevilla, dónde va a estar más a gusto.
         Francisco la mira, habla con ella, la viste y la desviste, la cuida, la mima… Todo lo hace sólo él. Las enaguas, corpiño y ropa interior son riquísimas, bordadas, de encaje, de hilo y organdí. Dos o tres horas le lleva el vestirla -24 horas en Semana Santa-. Fernando la cambia cada dos o tres meses, cuando él lo decide, a todos les parece siempre bien. “Pero en verano la pongo fresquita, con encajes vaporosos, para que esté más a gusto”.
       Su ajuar tiene un valor incalculable. Una saya azul, otra verde, otra roja…, la blanca de tissue es de un traje de torero de Belmonte, otra roja de Ordóñez, la celeste del torero Abao… Y mantos: el rosa, el blanco, dos verdes, dos rojos, todos bordados. El manto negro valorado en 30 millones pts de la época, fue totalmente financiado por los vecinos del barrio. El más lujoso, verde y oro, es el de salida en el Viernes Santo, a las 2:15 se abre la puerta, a las 3:00 sale Ella a la calle.
        La calle… Es el momento más penoso del año. La noche del Jueves Santo, hasta la tarde del Viernes, cuando Fernando se queda encerrado sin atreverse a dar un paso fuera de la Capilla de la Cofradía, latiéndole el corazón como un tambor, temblando de miedo porque le pueda pasar algo a su Virgen, porque será de todos pero es suya, y quién la cuidará si le pasa..., si se cae… Hasta que regresa lo pasa mal, muy mal.
             (Cuando salí a la calle, sobrecogido, avergonzado, me sentí mal, por haber entrado a verle con un arrogante aire de superioridad.)

Gaucho: Tr.42.4
El pub El Gaucho está en una calle de un barrio de Triana, en Sevilla. España. Su dueño es argentino "porteño", del barrio del Retiro, en Buenos Aires. La distancia entre ambas ciudades es de cerca de 10.000 kms y el vuelo es de más de 13 horas.
       Si entras por el Altozano, te cuelas por la barriga de Belmonte, hueles las acedías del kiosko de Las Flores, no hueles la higuera cuando la dejas detrás, a la izquierda, pasas el restaurante del Mero sin entrar…, y llegas al Gaucho. Es un pub. Si vienes por la plaza de Cuba o el puente de san Telmo dejas de lado Mamma Mía, porque está lleno, atraviesas la terraza del Río Grande  (el café irlandés podrás tomártelo al final), te sirves una copa de cerveza con una tapa de chipirones por veinte duros en la Primera del Puente, una pringá en el Morapio, unos caracoles en el Volapié, o un serranito en La Estrella, y te quedas sin ganas de probar las sardinas de Los Chorritos. No, no, tomad nota, que va en serio, que esto es importante para poder localizar dónde está el Gaucho.
         Y por qué el nombre de “el Gaucho”? El mismo te lo explica:
       -Mirá, vos, ché, en Argentina salí con una mina… que me dejó… y yo le he puesto este nombre, vos sabés, para darle una pista... y que pueda encontrarme un día, si viene…

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