Aunque no viene a cuento, me apetece repetir esta entrada de diez años atrás: 999 (L 29/12/14) La eterna juventud
Ahora que llegamos al milenio (en el número de entradas de este blog) y
nos acercamos al final de nuestro tiempo (de este año 2014 de la era
cristiana), nos pondremos graves y reflexionaremos gravemente sobre el fin de
un tiempo y nuestra sed de inmortalidad: Fausto, de Goethe, vendió su alma
al diablo (Mefistófeles) a cambio de que éste le rejuveneciera para poder
enamorar a la bella Margarita. Ya antes la ninfa Eco, para poder contemplar la
belleza de Narciso, hizo que éste permaneciera joven y apuesto eternamente, sin
dejar de contemplarse en el estanque-espejo, pero lo consiguió haciendo que
durmiera sin despertar, lo que no deja de ser una muerte. Y Pigmalión consiguió
de Afrodita que infundiera un alma a su escultura, Galatea, con la cual pudo
fundirse. El Retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, de temática faustiana,
envejece con el tiempo mientras el retratado permanece eternamente joven.
(Dorian terminará asesinando a su pintor Basil, a quien culpa de su “trágico
destino”, y él mismo será asesinado por el personaje pintado que recuperará la
edad de cuando fue pintado, mientras su cadáver acumula el paso de los años en
su rostro arrugado.) En todos los casos el cumplimiento de este deseo aboca en
tragedia. O sea, en la muerte.
No se trata de la inmortalidad, no. Es más que eso.
La inmortalidad no nos impediría envejecer, por lo que cada año que
superviviéramos seríamos más desgraciados. De lo que realmente se trata es de
vivir eternamente, pero sin envejecer, o sea, la "eterna juventud",
que era la que le concedía la égida de cabra a Palas Atenea. Así que si la Muerte es Inevitable, Fatídica,
Necesaria (la Ananké griega), intentemos entenderla. ¿Qué pasaría si no
muriéramos ninguno? (sin dejar de reproducirnos, claro está). Pues que en
cuatro días no cabríamos en el universo mundo. Ni podríamos abastecernos de
suficientes recursos alimentarios. A no ser que nos alimentáramos devorándonos
entre nosotros..., pero hemos partido de la base de que no muriéramos ninguno.
Si no fuera por la Muerte, tampoco podríamos
evolucionar, ni como especie ni como individuos. Las mutaciones nos permiten
evolucionar genéticamente pero no a lo largo de nuestra vida sino sólo a través
de nuestros descendientes. Eso en el campo genético. Y tampoco podríamos
evolucionar en el campo cultural. El motor del cambio social es generacional.
Son los adolescentes los que cambian el lenguaje, el vestuario, los gustos, las
modas..., lo que nos obliga a aceptar que son ellos los que pueden hacer algo
por el cambio. (Pero ojo, que la evolución sólo tiene lugar, o éxito, por la
adaptación al medio, no por razones morales..., aunque éste es otro tema.) Así
que el espacio que ahora nos reclaman nuestros hijos lo tendrán que ceder
después ellos a los nietos. Tras su muerte, claro está.

Es ley natural que las plantas terminen sus
ciclos muriendo ellas y "enterrándose" sus semillas que darán vida a
las generaciones siguientes. Nosotros también nos enterramos, a esos mismos
efectos, y hasta los hipogeos y cámaras funerarias de los faraones en las
pirámides egipcias se adornaban con pinturas de motivos vegetales para asociarnos
con ellas y así poder remedar sus ciclos regeneracionales. Sólo el disparate
religioso y nuestra engreída y fatua soberbia pudieron hacer posible la fe en
la inmortalidad celestial individual. La asociación entre la Muerte y la
Fertilidad está bien representada en el esqueleto que porta una guadaña (para
cosechar).
Pero, a pesar de
todo esto, supongamos que fuéramos inmortales. Os imagináis el aburrimiento?
Es más; es
la consciencia de nuestra mortalidad la que nos hace vivir apasionadamente. Y
valdría la pena vivir sin entusiasmo? Yo me he atrevido a escribir que si en
los mitos griegos Zeus copula tanto, como un desesperado, es porque sabe que un
vástago suyo acabará con él, y el Padre de los dioses intenta afanosamente
engendrarlo para ser asesinado y de este modo morir, emulando a los humanos.
Porque los dioses "inmortales" están muertos, pues son puros
conceptos, sin vida, mientras que los humanos, muriendo, la muerte nos hace
inmortales (como especie).
Y ya que este gobierno reclama la estabilidad como
señuelo para intentar seguir gobernando, permitidme traer aquí lo que escribí
en la entrada 707 del 7/6/13, "La muerte como base de la
estabilidad":
A
este gobierno se le llena la boca de eufemismos y palabras que pronto se
vuelven manidas, como por ejemplo la estabilidad. La estabilidad
presupuestaria, la estabilidad social, la sostenibilidad… Lo que no sé si saben
es el siguiente doble sentido de lo estable: Uno, que la raíz de estable es la misma que la de establecido, establecerse, acomodarse. Por
otro lado está la estabilidad que tienen y proporcionan los difuntos. El
sentido de la muerte en nuestros antepasados no tenía nada que ver con el que
tenemos ahora. Uno de los rasgos del Patriarcado cuyo comienzo situamos en el
Neolítico, cuando conseguimos excedentes alimentarios, murallas y ejércitos
para defenderlos (y metales para adornarnos, así como el sentido de la
propiedad, o sea allá por el año 5000 adne), un rasgo patriarcal, repito, fue
la proscripción de la muerte. En Delos, la isla donde nació Apolo, no podía
morir nadie. Estaba prohibido. Los muertos se enterraban extra muros,
declarando así a la muerte fuera de la ley (fuera de la ciudad). Y desde
entonces temblamos ante ella. Negándola, nos sometimos fatalmente a ella. Pero
no siempre fue así. Por el contrario nuestros ancestros veían la muerte como
origen de la vida. Ya hemos hablado del enterramiento como un remedo del ciclo
vegetal, inhumando al cadáver-semilla para que se reprodujera en otros miembros
de la propia especie, como hacen las plantas todas las primaveras. Y dado que
los egipcios se mantuvieron fieles a las viejas tradiciones, no sólo simulaban
la ceremonia de la sed del rey egipcio (muerte simulada durante unos días)
sino que concentraban su atención en los muertos, especialmente en el faraón,
quien encarnaba la representación de su pueblo, para asegurarnos la protección y
la reproducción de los vivos. (Sobre la evolución de la tumba a templo podéis
ver la entrada nº 686
del 16/5/13.) “La
estabilidad de la pirámide (y de su pueblo) la garantizaba un cadáver en su
interior” (en el vientre de la Madre Tierra, de donde resurgirá(n) en la
próxima “primavera”). Así
que, tranquilo, 2014, alza esa frente, que el 2015 nace de ti.
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