-Soy el número Uno, porque de perfil parezco un “uno”. Es lo que me dice Enrique Morente, el que me ha hecho la caricatura.
Con 39 tacos en la nuca (el 21/2/86),
donde ya luce tonsura, tenía el hombre ganas de meter la nariz en esta página,
mira tú. Le llaman “el Chato” por razones evidentes. O “el Magdaleno”, por ser
hijo de su madre Magdalena y nieto de su abuela Magdalena, la que vendió tabaco
durante 60 años en san Jacinto, casi esquina al Altozano, ahí mismo, donde está
el bar Dos Hermanos, que son tres.
Pero su nombre de pila, que pocos conocen,
es don Francisco Iglesias Aguilar. Lo mismo le pasa al bar que regenta que se
llama “Feliciano” pero le llaman “Miraflores” (por “el Psiquiátrico”). Nada de
todo lo cual resulta extraño cuando se sabe que allí reside el MOTE CLUB, con
miembros tan ilustres como Lora, el Camello o don Línea (que en Gloria estén),
o el Escopeta, el Barón, el Látigo, el Conde, el Médico, El Pincha, Mazacote… Al
Meteó del Mercado -el que acarrea los paquetes- le llaman nada menos que “el
Marqués”. Que por cierto languidece -el Mote club- desde que, al cerrar la
pescadería por las tardes, el bar del Chato la imitó, maldita la hora, aunque
ahora se está replanteando el volver a acoger de noche o de madrugada a quien
se presente, como antes lo hacían el Boquerón, Lole y Manuel, Naranjito de
Triana, Antonio y Manuel Mairena, Romero san Juan, Enrique Morente…
El bar Feliciano es ya centenario.
No llegan a los 70, sin embargo, los azulejos de la pared y de la barra, así
como las mesas y los ventiladores, todo ellos de este siglo (XX). El Chato
lo lleva desde que cumplió los 24, o sea desde 1971, porque el Chato nació en
el 47, el mismo 28 de agosto en que murió Manolete, en el Corral san Joaquín,
el último que cayó con las paredes puestas, en la calle de San Jorge nº 7. Y se
crio en el Mercado. Tela.
En 1968 ganó la carrera pedestre
de la Velá de santa Ana. Llegó el primero y el último. No me he enterado muy
bien si fue así porque los demás participantes se retiraron o porque ¿fallo de
la organización? todos los demás la corrieron al revés.
Cuando Zeppelin preguntó por el
resto de los corredores el Chato le explicó:
-Es que les he sacado mucha ventaja.
El Chato saca a hombros a los toreros
que triunfan en la Maestranza de Sevilla. Le regalan las entradas. Así lo hizo
con Paquirri, Susoni, el Bala, Lucio Sandín, Capillé… El les anima desde su
tendido con una pancarta, sujeta con dos escobas, donde puede leerse:
CAPILLE, EL CHATO DE TRIANA
CONTIGO
que se las pinta Pepe el
de la Rosa, del Corral de san Joaquín.
En Casa Feliciano del Chato el
Magdaleno puedes tomar menudillo de pollo, garbanzos con menudo, tortilla de
bacalao, calamares, acedías, pijotas, choquetas de jamón y la prensa del día,
por buen precio, en una barra que parece el Arca de la Alianza, donde velan
armas cantaores y poetas. Y tiene mecanizada -a mano- las deudas de los
asentadores por orden de apellidos.
El bar Feliciano es el páncreas
del Mercado de Triana en los bajos del Altozano. Aunque está ubicado casi
debajo del puente de Triana, sobre los escombros del castillo de san Jorge
(sede de la Inquisición), todo el mundo lo conoce. Y el que no, va y se lo
pregunta a Belmonte cuya estatua lo señala claramente, no tiene pérdida.
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