Los países bálticos proponen declarar terrorista al Estado ruso y negar los visados a sus ciudadanos salvo casos excepcionales y por razones humanitarias.
Alemania y los que están en contra de esta medida argumentan que, de entrada, sería interpretada como un gesto de hostilidad hacia el país y sus habitantes, en lugar de una reprobación a sus mandatarios. El hecho de que lo que se retire no sea un derecho universal sino más bien un privilegio, apenas lo hace más digerible para quienes habían podido optar a disfrutarlo hasta la fecha.
"Por otro lado, el hecho de que los ciudadanos rusos pudieran visitar la UE les brindaba la oportunidad de conocer la guerra en Ucrania a través de los medios libres occidentales, una opción de la cual carecen en su hogar. Además, podrían comprobar por sí mismos que las sanciones no están motivadas por un antagonismo albergado por Occidente contra su país, como pretenden hacerles creer los medios estatales, sino por las acciones de sus autoridades en Ucrania", añade una editorial del diario El País.
Por último, con esta medida quedarían neutralizadas nuestras costosas listas negras de oligarcas y demás aliados con Putin, al diluirlas globalmente entre todos los rusos (algo así como lo que ocurre con la expresión ultraderechista de "violencia intrafamiliar" que sólo pretende sabotear la singularidad de la "violencia de género", machista, intentando confundirla con una violencia más atenuada por su generalidad.)
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