jueves, 18 de julio de 2019

1878 (J 18/7/19) Hay revoluciones que llevan en su seno el germen de una dictadura


Como apostilla del tema de la “violencia” de que tratamos ayer me apetece soltar un exabrupto: la furiosa agresividad que conllevan y necesitan algunas revoluciones justas que prenuncian futuras dictaduras que ya germinaban en su seno. Mejor me explico con un par de ejemplos: Fidel Castro en Cuba y Daniel Ortega en Nicaragua. A los dos los aplaudimos con ilusión cuando llegaron y los dos con el tiempo se han comportado igual o peor que los dictadores contra los que combatieron. De Fidel Castro en La Habana ya hemos hablado bastante en otras ocasiones. Hoy nos toca Daniel Ortega en Managua.
     Se cumplen 40 años del derrocamiento del déspota Somoza que ha sido sustituido por quien le hizo salir corriendo con el rabo entre las patas. Pero Ortega, como Castro o Maduro, se aferra a su sillón y desde el 30 de mayo del 2018 dispara a matar a todo cuanto se mueve en la calle pidiendo su dimisión. 375 muertos a manos de franco-tiradores lleva ya, y los que les seguirán si no le matan a él antes.
       Y qué fue lo que pasó en abril-mayo de 2018? Pues el 30 de mayo del 2018 jóvenes y otros muchos descontentos con los abusos y corrupción del tirano Ortega salieron una vez más a la calle exigiendo del dictador que se fuera, lo mismo que él había hecho hace 40 años con Somoza. “Ortega y Somoza! Son la misma cosa”! gritaban. Ortega reaccionó con contundencia iniciando lo que sigue practicando como Operación Limpieza. Desde entonces, como Somoza en sus últimos días, igualito que Somoza, se ha encerrado en su búnker militar, envejecido, encorvado y mustio, y sólo asiste a algún mitin protegido por vehículos blindados con un fuerte despliegue de seguridad. Miren en lo que quedó aquel joven revolucionario.
     Ha comprado al ejército, como Castro y aún más Maduro, con jugosos negocios, para defender al régimen. En cuanto a sus asuntos familiares, Carlos Salinas nos informa desde Managua: “Sus hijos controlan un poderoso aparato mediático, convertidos en ricos empresarios, mientras cumplen con sus caprichos. Uno formó una banda de rock; otro se hace llevar el Festival Pucciniano a Managua para lucirse como tenor en la ópera de Turandot; y la otra monta un desfile de moda remedando las pasarelas de New York. Todo un derroche en el país más pobre de América Latina después de Haití.”

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