Madre, qué será lo que tiene el centro!
El centro atrae como
un imán pero luego abduce, como un agujero negro, a cuantos se acercan a su borde
para ver lo que tiene dentro.
Y es natural que el
centro (político), moderado y moderador, sea tan apetecible porque es en él donde se ganan las
elecciones. Tanto que se proclaman centristas hasta los separatistas catalanes…,
y hasta los franquistas. Como si declararse centrista fuera lo mismo que serlo.
Que la masa votante
tienda al centro es lógico y natural, primero porque, al elevarse los extremos por
encima de la realidad, basta con dejarse deslizar para caer en su núcleo,
corazón, meollo, que según la RAE son sinónimos de “centro”; y además porque la
masa electoral no está para sobresaltos y prefiere la tranquilidad, moderada y
ecuánime, equidistante de los extremos.
Porque el centro equidista de los extremos de
los cuales recoge todo lo malo y nada de lo bueno, según le oí decir a un sarcástico
escéptico, valga la redundancia. (Aunque ahora que recuerdo no se refería a lo céntrico sino a lo ecléctico.)
Que siendo equidistante
consiga el equilibrio no es algo que debiéramos
dar por supuesto. Eso sería así sólo si las cargas de ambos lados de la balanza
tuvieran el mismo peso específico. Imaginen si un lado es de paja y el otro de
plomo o metralla. No podemos por tanto asegurar que todo centro es equánime y por tanto equaliza a los miembros que lo componen.
Cuando una palabra
interesa todos quieren apropiársela. Por eso hay Centros de Estudios, Centros
de Día, centros nerviosos, ópticos, geográficos, geométricos, centros de interés,
centro de gravedad, centro de acogida, de menores, centros de atención, centros
de convenciones, centros comerciales, centro histórico, centro político, centros
urbanos (downtown, porque la parte
vieja suele ser la más baja por estar cerca del río)… y hasta el Madrid Central
de Carmena que los cavernícolas de turno se quieren cargar sólo porque es de
Carmena.
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