miércoles, 22 de mayo de 2019

1822 (X 22/5/19) Tolerancia, intolerancia, tolerancia O (I)

      (Lo que sigue, tanto hoy como mañana, es una mezcolanza de reflexiones de Daniel Olguin profesor y bloguero argentino, de Yuval Noah Harari profesor de Historia en la Universidad hebrea de Jerusalén: "Sapiens, de animales a dioses", y del nota que suscribe.)
       Comienzo conmigo:
    Tolerancia suena así, o puede sonar así, como a soportar lo inevitable, resignación, puaf! buf! qué se le va a hacer, pero bueno esto es lo que hay, con estos bueyes aramos, no? Podemos elevarlo a la excelsa categoría de admisión de lo ajeno, de civismo, de buena educación, pero no evita el lastre de un conformismo penoso, costoso, y casi cutre. Algo así como ni chicha ni limoná.
 Podríamos concluir este apartado aquí. Pero la tolerancia merece algo más.
      Para empezar la palabra tiene connotaciones de falta de respeto y a menudo desprecio hacia quienes son tolerados. Tolerar es otra cara de la discriminación. Tanto los individuos como los grupos asumen una superioridad moral por ser tolerantes. Entonces, tolerar, ya sea a una persona o a un grupo, o a una línea de pensamiento o ideología, implica en el fondo que se trata de algo defectuoso, imperfecto. Y esta calificación de defectuoso o imperfecto deriva de la medida en que esa persona, ese grupo o ese pensamiento, difiere de las creencias de uno.
       La tolerancia capacita a grupos e individuos simplemente a reconocer que hay diferencias, pero sin examinarlas o explorarlas. De esta forma, la tolerancia niega a "los otros" una posición equiparable dentro de la sociedad, su legitimidad para la convivencia. Por consiguiente, antes que crear nódulos de empatía, el concepto de tolerancia proscribe la solidaridad al impedir la igualdad, y al hacerlo así promueve una relación entre dominante y dominado. Es más, la idea tolerancia legitima nuestros prejuicios.
         Así que… (Bueno, yo ya me he despachado.)

La intolerancia es más contundente, menos hipócrita, y además alardea sacando pecho como parte de su actitud. No hace falta describirla, basta con mirar en rededor y la podemos ver en todas partes. Adora la uniformidad, rechaza por tanto la diversidad, se encarna en los nacionalismos excluyentes y anatematiza toda creencia que le resulte ajena.
  Cuando la  intolerancia es radical, en relación con algún tema concreto, se expresa como tolerancia cero. Mañana veremos dónde se enraízan estas tres aberraciones.

En el título de esta entrada se echa en falta un cuarto apartado, ajeno a los tres anteriores. Me refiero a la empatía. La aceptación del otro, de la diversidad. No se trata de integrar a los que son distintos sino de aceptarlos, tal como son. Y no con paciencia y resignación sino con la alegría que proporciona compartir tiempos y espacios con otros que, siendo distintos, son de nuestra misma condición. La diversidad enriquece, da nuevos coloridos y estimula nuestra imaginación, añadiendo recursos a nuestra capacidad y desarrollo.
Como no podía ser de otra manera


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