martes, 21 de mayo de 2019

1821 (M 21/5/19) Ocio y neg-ocio

      Como el frío carece de su propia identidad y por eso se define como ausencia de calor, así también el negocio no es tal sino por negación del ocio.
     Ya Horacio en su oda Beatus ille qui procul negotiis…, feliz aquél que se separa de los afanes penosos de la ciudad y se refugia en la sencilla y sosegada vida del campo…, nos conmina junto con Leucónoe al carpe diem(*), agarra el instante, disfruta el momento, en la mejor muestra del epicureísmo que no ansía el placer sin límites como el hedonismo sino que aprecia más el gozo moderado. 
       Si el disfrute del ocio requiere y ofrece el sosiego, qué tiene de extraño que asociemos los trabajos (los negocios) con la angustia, la ansiedad el estrés, la tensión, la fatiga y el agotamiento? La Biblia define al trabajo como una maldición divina: “comerás el pan con el sudor de tu frente”. Vivimos tiempos tan locos que vemos la maldición en el desempleo. Y por lo visto tenemos que prepararnos, en un próximo mundo de robots, con ayuda de psicólogos y quizás de psiquiatras, para aprender qué hacer y cómo llenar el tiempo libre cuando “superemos” la maldición bíblica de tener que trabajar para poder subsistir.

La fábula de la cigarra despreocupada y cantora versus la hormiga incansable que trabaja siete días a la semana toda la temporada no se expresa muy bien que digamos en la ilustración que se adjunta. Pero a veces se describe mejor lo que se define por su contrario. Que por cierto me intriga saber si el libro que nuestra hormiga tan relajadamente lee es de aventuras o de poemas. Os imagináis que fuera la fábula de la cigarra y la hormiga? 
    Sobre lo absurdo de estresarse recuerdo un par de cuentos. Uno: el pastor que disfruta de la sombra de un tilo en el campo mientras toca su pánica flauta cuando es imprecado por alguien que pasa por allí para que se levante y haga algo. El qué? Pues por ejemplo cuidar un rebaño con cuya leche podría ganar dinero. Para qué? Para invertir las ganancias en unas instalaciones donde procesar la leche y ganar mucho más dinero. Y para qué quiero más dinero? Toma!, pues para construirte una casa en el campo y disfrutar de la naturaleza mientras tocas la flauta… Pero si eso es precisamente lo que ya tengo y lo que estaba haciendo ahora… Y el otro: el de un menor de edad que sueña con ganar dinero para poder ayudar a una familia vecina que apenas tiene para malcomer. Un adulto le ofrece trabajar para él, en su taller mecánico, tres horas al día tres días a la semana, para ganar unas perras que podría donar, total o en parte, al padre de esa familia a la que quiere ayudar. El menor duda, reflexiona, y al cabo de unos segundos se revuelve: Y por qué no le da el trabajo directamente a él?
  Son ya muchos los antropólogos y sociólogos, desde Marvin Harris (“Introducción a la Antropología”) hasta Yuval Noah Harari (“Sapiens, de animales a dioses”) que se afanan en demostrarnos que nuestros antepasados cazadores-recolectores, antes de dominar el trigo, eran más productivos, trabajaban mucho menos, eran libres y en suma vivían mejor que nosotros. Con lo cual contradicen a otros muchos que aseguran que la agricultura intensiva del neolítico fue nuestro gran invento ya que realmente fue nuestra maldición.
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(*) Podéis ver el texto completo en castellano pulsando aquí.

1 comentario:

  1. Que la agricultura intensiva del neolítico fue nuestro gran invento ya que realmente fue nuestra maldición. Completamente de acuerdo, con un matiz. Fue el gran invento para la especie, que la permitió crecer y multiplicarse, y la maldición para el individuo, que sacrifica en pro del bien de la especie.

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