Prometeo, Lucifer y Eva,
hicieron lo mismo. Se atrevieron a equipararse a los dioses. Y los tres fueron
castigados por ello. Al Tártaro, al infierno, o a la vida terrenal (mortal).
Eva mordió la manzana del “árbol del bien
y del mal”: Si comían el fruto de este árbol, distinguirían el bien del mal,
pero tendrían que abandonar el Paraíso. Si no comían, podrían permanecer
siempre en el Jardín de Edén. Y Adán y Eva optaron por obtener el conocimiento
del bien y del mal. Con lo cual se equipararon a los dioses; más aún, ellos
serían sus propios dioses.
Lucifer también se rebeló. “Ni dios ni amo!”. Y el
más bello de los ángeles -"el que portaba la luz", o el fuego, o la chispa- fue expulsado del Paraíso y arrojado a los Infiernos.
Prometeo no sólo se rebeló contra Zeus, sino que se
mofó de él ofreciéndole las parte menos apetitosa -los huesos- de una res
sacrificada, y además se permitió arrancar una chispa del fuego del Olimpo para
dársela a los humanos y con ello liberarlos de los dioses: Purgó su culpa atado
a una roca en el Cáucaso donde un águila le devoraba cada día el hígado que se
regeneraba para ser devorado una y otra vez, hasta que Héracles ocupó su lugar
por él.
Lo peor (o mejor) del castigo fue incorporar la
culpa en nuestro ADN. Yo lo llevo muy mal, porque me siento culpable de todo,
incluso de que llueva. Otros efectos fueron la muerte y la concupiscencia, así
como el percatarnos de nuestra desnudez. Con lo cual no veo yo que fuera una
desgracia, más bien al revés, no?
Para los católicos, el pecado original sólo se borra con el bautismo (aunque deje secuelas). Lo extraño era que los niños no bautizados al morir
fueran al Limbo, hala, para que aprendan.
Para Manuel Rivas, “el día en que Eva comió el
fruto del árbol prohibido nació nuestra libertad. Lo mejor que pudo acontecerle
a la Humanidad fue ese acto de desobediencia en el Edén. ¡Viva el pecado
original!”. Y es que Rivas es un libertario de cojones.
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