martes, 25 de diciembre de 2018

1675 (M 25/12/18) Diálogo, diálogo, diálogo.

       Sostiene Llamazares en su columna De qué hablar en Navidad? que 
“las comidas navideñas, tanto las de empresa como las familiares, son bombas de relojería en las que acostumbra a haber más incidentes que en cualquier otro momento. Lo obligado de muchas de esas celebraciones, la artificial camaradería con la que se desarrollan bastantes de ellas, la desinhibición que producen la comida y el alcohol en exceso, las rencillas y rencores acumulados durante mucho tiempo, las diferencias ideológicas, los caracteres contrapuestos, todo eso forma un cóctel explosivo que cualquier discusión puede hacer saltar provocando que la celebración se convierta en el revés de lo que se pretendía con ella. Por eso, se recomienda por los psicólogos, con el fin de la buena marcha de esas comidas o cenas, no abordar temas delicados que puedan dar lugar a enfrentamientos entre los comensales. Ni la política, por supuesto, ni el fútbol, que mueve tantas pasiones, ni la religión o el sexo son temas convenientes a tratar, y lo mismo sucede con algunos más: en el caso concreto de los españoles, Cataluña, la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, la corrupción, la memoria histórica, la prisión permanente revisable, los toros, la elección de los jueces, la monarquía…
       Y entonces, de qué podemos hablar? del tiempo…? Pues ni eso, siempre puede haber al acecho un negacionista del cambio climático… Aunque siempre se podrá hablar de lo rápido que ha pasado el año.
Dialogar implica escuchar. Y no aferrarnos a nuestros juicios o prejuicios si queremos exigir reciprocidad. La incapacidad para el  diálogo puede deberse a una percepción distorsionada de la realidad cuando adaptamos ésta a nuestros esquemas, a una forma previa de ver el mundo e interpretar los hechos sólo para reafirmarnos en nuestras ideas y/o valores, porque los datos sólo interesan si refuerzan las propias posiciones, nos desvela Daniel Gascón, y los empleamos como el borracho utiliza la farola: para buscar apoyo y no iluminación.
     El caso es que nunca se ha hablado tanto, y practicado tan poco, del diálogo. Diálogo, diálogo, diálogo… Mucho diálogo, todo de pacotilla, de la boca pa fuera, y poco más. Y cuando alguien lo intenta, el Presidente del Gobierno sin ir más lejos, resulta que su comportamiento es humillante y traicionero. Válgame el cielo.

 

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