Macron y
Merkel, debilitados en sus propias plazas, se aventuran en un propósito lleno
de peligros: arrumbar la etapa del mal llamado austericidio e implantar de una
vez un nuevo euro y un presupuesto europeo que dé prioridad a la expansión y
redistribución económica y frene la deriva de la desigualdad. Pero para ello
tendrá que sortear obstáculos tales como la intolerancia rigorista de los países
escandinavos, Holanda, Austria…, así como del presidente del Buba, Jens
Weidmann, cerebro y ejecutor de la errada política obsesionada por controlar
el déficit de la Deuda y la inflexibilidad financiera.
A estas úlceras internas hay que añadir
la tensión con los USA de Trump, los movimientos nacional-populistas de Polonia,
Hungría…, la decisión de crear un ejército propio europeo marginando la OTAN, las
elecciones nacionales que inundan las fechas del próximo año, el Brexit y la
disidencia italiana…
En opinión de Jürgen Habermas las élites
políticas liberales proclaman que hay que progresar en materia de cooperación
europea en tres ámbitos: 1. en el apartado de la política exterior y de
defensa, exigen un refuerzo militar que permita a Europa “salir del paraguas de
EE.UU”; 2. bajo el lema de una política europea común de asilo, exigen una
firme protección de las fronteras exteriores de Europa y el establecimiento de
unos turbios centros de recepción en el norte de Africa; y 3. bajo el eslogan
del “libre comercio”, quieren defender una política comercial europea común
tanto en las negociaciones del Brexit como en las negociaciones con Trump. No
sabemos aún si la Comisión Europea, responsable de dichas negociaciones, tendrá
éxito, ni si, en caso de que no lo logre, los intereses comunes de los
Gobiernos de la UE se vendrán abajo. Pero este es el lado prometedor de la
ecuación. El otro es que el egoísmo de la nación-Estado sigue vivo, e incluso
más consolidado, gracias a las engañosas reflexiones de la extrema derecha.
Europa ha sido un logro. Ahora toca un gran esfuerzo por mantenerlo.
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