Si el mundo
que nos ha tocado sufrir, o disfrutar, nos decepciona, no es culpa suya sino
nuestra. El error es tomárnoslo en serio. Y entonces nos irritan los continuos
disparates, incoherencias, absurdos, que no nos conseguimos explicar. Como
ejemplos ahí están el comisario Villarejo, los Balcanes, los genocidios, los
inmigrantes, Trump, o Aznar o Rajoy, en suma el PP, los fascistas melancólicos,
el Palmar de Troya, las religiones monoteístas, la pareja mexicana de un
sobrino y su tío inocentes quemados vivos por un fake news…, para qué seguir si no acabaríamos nunca?... Con tal
sarta de disparates ¿cómo es que debamos tomarnos en serio?
Quizás
deberíamos intentar ser meros espectadores de todo lo que se pone a nuestro alcance
sin implicarnos en ello. Intentemos de un modo cínico contemplar el espectáculo como lo que es, una torpe y continua payasada, un show macabro con un mal guión y peor interpretado, a ver si conseguimos reírnos sin freno, a carcajadas, a mandíbula batiente. Es posible que entonces cobrara sentido todo lo que nos rodea.
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