(Utilizo en este texto el término "social" en un sentido genérico, como contrapuesto a lo político)
En estos tiempos los fenómenos sociales cambian muy deprisa. Estoy pensando en tres, por no alargarnos más. Uno, la relevancia de los tribunales de justicia. Otra, el poder emergente del género femenino. Y el tercero, el plante de los jubilados.
En estos tiempos los fenómenos sociales cambian muy deprisa. Estoy pensando en tres, por no alargarnos más. Uno, la relevancia de los tribunales de justicia. Otra, el poder emergente del género femenino. Y el tercero, el plante de los jubilados.
La justicia hasta ahora realizaba
discretamente su trabajo de proteger a la sociedad bajo el amparo legal sin
someterse a la opinión pública, procurando no hacer ruidos (sobre todo los
mediáticos) y soltando sus sentencias, hala, ahí van, para que nos apañáramos. En
todo caso su incidencia afectaba a niveles personales más que colectivos. Ahora
no, ahora intervienen activamente en la vida política, ahí tenéis su eficaz
actuación contra el secesionismo catalán, o derrumban un colectivo, caso del
PP, como consecuencia de su continuado comportamiento corrupto, mendaz y delictivo.
Superando su papel de protectores y guardianes, han irrumpido abruptamente en
la vida pública, bien por instigación del propio gobierno bien por empecinarse
en la persecución de los corruptos.
El movimiento femenino ha devenido
en un nuevo poder político con más fuerza que el mismo Congreso para influir
tanto en las decisiones del Gobierno como en las del propio Parlamento. Los
cuatro poderes clásicos han aceptado su irrupción en la vida pública y se han
doblegado ante su evidente fuerza inclinando su cabeza en señal de sumisión. Su
poder está en la calle y prescinde de los cauces reglamentarios para expresarse
e imponer nuevos valores de difícil aceptación. Superando etnias, creencias, edades
e incluso géneros, arrastra multitudes (de ambos sexos) de un modo transversal.
Esto mismo ocurre también con
el movimiento de los mayores jubilados que se han hartado de recibir palmaditas
en la espalda y chupa chups para obtener sus votos, y ha rugido en las calles,
también las calles, como el temible dragón que es. Ya no acepta más parches
porque ha decidido que aquí el que manda es él.
(Ya avisó el movimiento 15M que los políticos no nos representan porque
viven alejados de la realidad y que ésta está en la calle.)
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