Llegó y llenó de esperanza a los
desvalidos con su mirada tierna y sus caricias a las cabezas de los niños. Este
papa iba a revolucionar la Iglesia, en la línea de Juan XXIII, que resultaba peligroso
al hacernos creer que la iglesia podía cambiar algo.
Pero con el tiempo hemos podido comprobar que su revolución era epidérmica,
aparente, intencionadamente pedagógica. Y que del dicho al hecho hay un buen
trecho. Nos hizo creer que le disgusta el tratamiento que damos a las mujeres
como si fueran inferiores, y ahí siguen las devotas sirviendo a la iglesia para
fregar el suelo o plancharles la sotana, mientras que equipararlas a los
varones permanece tabú, de eso ni se habla; tolera y acoge en su seno a los homosexuales,
pero en cuanto ve al embajador francés que es gay, lo devuelve sin más a su
casa, de donde no debería haber salido; condena la pederastia de boquilla, pero
luego no se toman medidas; las célebres cuentas bancarias y valores en empresas
de tráfico de armas, incluso quizás de narco, y quizás de trata, de eso ni se
habla; el aborto sigue siendo un crimen abominable; el matrimonio entre homosexuales
es contra natura y por lo tanto una tragedia
para la humanidad; a los divorciados, excomulgados, se les prohíbe el acceso al
sacramento de la comunión…
Demagogo? Falso? Ingenuo? Impotente contra la curia?
Calificadle como queráis pero el caso es que con él no van a cambiar las cosas.
Se mueve mucho físicamente, pero ideológicamente no se desplaza ni un milímetro.
Un papa como debe ser, conservador, pero que le gusta disfrazarse de progre. Por
gestos, declaraciones y pregones, que no falten. Pero no es por las palabras, sino "por las obras, que los conoceréis".
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