martes, 3 de abril de 2018

1553 (M 3/4/18) El papa Francisco

Llegó y llenó de esperanza a los desvalidos con su mirada tierna y sus caricias a las cabezas de los niños. Este papa iba a revolucionar la Iglesia, en la línea de Juan XXIII, que resultaba peligroso al hacernos creer que la iglesia podía cambiar algo.
   Pero con el tiempo hemos podido comprobar que su revolución era epidérmica, aparente, intencionadamente pedagógica. Y que del dicho al hecho hay un buen trecho. Nos hizo creer que le disgusta el tratamiento que damos a las mujeres como si fueran inferiores, y ahí siguen las devotas sirviendo a la iglesia para fregar el suelo o plancharles la sotana, mientras que equipararlas a los varones permanece tabú, de eso ni se habla; tolera y acoge en su seno a los homosexuales, pero en cuanto ve al embajador francés que es gay, lo devuelve sin más a su casa, de donde no debería haber salido; condena la pederastia de boquilla, pero luego no se toman medidas; las célebres cuentas bancarias y valores en empresas de tráfico de armas, incluso quizás de narco, y quizás de trata, de eso ni se habla; el aborto sigue siendo un crimen abominable; el matrimonio entre homosexuales es contra natura y por lo tanto una tragedia para la humanidad; a los divorciados, excomulgados, se les prohíbe el acceso al sacramento de la comunión…
     Demagogo? Falso? Ingenuo? Impotente contra la curia? Calificadle como queráis pero el caso es que con él no van a cambiar las cosas. Se mueve mucho físicamente, pero ideológicamente no se desplaza ni un milímetro. Un papa como debe ser, conservador, pero que le gusta disfrazarse de progre. Por gestos, declaraciones y pregones, que no falten. Pero no es por las palabras, sino "por las obras, que los conoceréis".

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