Ya sé que manda la calle. La calle es
soberana en materia de lenguaje y nadie puede dictarle reglas que sólo ella puede
darse a sí misma. Y es bueno que sea así pues si no, la lengua se anquilosaría.
Además, la ruptura generacional necesaria para que la sociedad se desarrolle
necesita de su propia jerga para rebelarse. Aparte de que nuevas situaciones,
nuevos aparatos, necesitan nuevos vocablos. Por no mencionar aquellos términos
que con el tiempo se apolillan y llegan a oler mal, por lo que tienen que
renovarse. Ejemplo: letrina, retrete, inodoro, wáter, excusado, lavabos,
toilette.
Pero eso no quita para que algunos carguemos con la penosa e inútil función
de retrasar esos cambios para amortiguar la caída de los llamados a pasar a
mejor vida.
Al igual que una diferencia principal del inglés americano en relación
con el de la metrópoli es la eliminación de la primera consonante cuando hay
dos seguidas en la misma sílaba, vga.: Torono por Toronto, tweny por twenty, gonnago por going to go…,
así compruebo con desgarro y estupor cómo incluso los profesionales de la
dicción, tales como los presentadores y cronistas de radio y televisión, se
comen la primera consonante cuando hay dos: al respeto, perfetamente, correto, prospeción…
Que no? Prestad desde hoy atención. Y veréis, oiréis.
Sigo oyendo proveyendo por
previendo, preveyó por previó… Vamos
a ver. Son dos verbos distintos. Proveer y pre-ver. Si digo proveyó por previó
estaré hablando de suministros pero no de adivinación. Y si digo preveyó por previó,
ya ni te cuento.
El término mayor es comparativo. Más mayor por tanto es una redundancia. No cabe decir, por ejemplo, “de los tres el más mayor era cojo”, sino “de los tres el mayor era cojo”. (Esto pasa por sobrecargar una palabra con demasiados significados: mayores (por ancianos), nuestros mayores (antepasados), mayores que…, más mayores…)
El término mayor es comparativo. Más mayor por tanto es una redundancia. No cabe decir, por ejemplo, “de los tres el más mayor era cojo”, sino “de los tres el mayor era cojo”. (Esto pasa por sobrecargar una palabra con demasiados significados: mayores (por ancianos), nuestros mayores (antepasados), mayores que…, más mayores…)
Otra: in extremis. Se confunde
con “al límite”. In extremis el Rayo
marcó el gol en el último minuto. Mire usted, no se confunda, si metió el gol
en el último minuto es que lo hizo en las postrimerías
del partido, a punto de acabarse. Pero in
extremis sería sólo si lo hubiera marcado después de finalizado el partido.
Claro que entonces no puntuaría. In
extremis se debe utilizar para indicar el recurso a instrumentos no
previsibles para arreglar una situación, fuera de
todo lo imaginable. De perdidos, al río.
Y no hay manera de que digan
bien motu proprio, con “r” de proprietas,
y sin el añadido de la “de”: de motu
propio, no te digo? motu proprio(!).
Va, venga, lo dejo, que ya m’e
cansao.
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