"O estás conmigo o estás contra mí". No se
admiten componendas, no hay término medio. La radicalización pretende eliminar
el centro, empuja a la gente a adscribirse a un bando, o a su contrario, sin
dejar espacio a la moderación o a la retórica. El Betis contra el Sevilla, el
Barça contra el Madrid, son opciones emocionales donde no caben argumentos razonables.
Las masas catalanas que gritan en la calle contra la opresión española no
pueden entender otras razones que no sean sus credos irracionales. El creyente es
irredimible y jamás atenderá a la lógica aplastada por sus dogmas religiosos.
Cuando se trata de oponerse a estratos sociales “superiores” (rebelión
contra los que abusan de su poder), la ofuscación de los oprimidos se ve como una
fuerza mientras que la violencia y la cerrazón intolerante por parte de los que
ejercen el poder se ve como una debilidad. Los rebeldes provocarán la
exasperación de los poderosos para inducirles a que ejerzan la violencia (por
muy legal que sea) y saquen a la calle la policía con el fin de atraer a los que
dudan en el centro y ganárselos a su causa.
Los radicalismos no aprecian el aforismo in medio virtus (quando extrema sunt vitiosa). Sobre todo cuando se ha sentido la emoción febril de formar parte de un todo enajenado por la “droga”,
por generosa y altruista que ésta nos parezca. Fanatismo. Porque una emoción desenfrenada, sobre
todo si es masiva, tiene el efecto de una droga, que nos enajena y nos deja en
manos de quienes nos manipulan. Si en alguna entrada de este blog he sido agresivo con las masas de catalanes separatistas, lo he hecho con la pretendida intención de agitar sus mentes, pobre de mí, para forzarles a que piensen por sí mismos, aunque quizás me haya excedido. Porque formando parte de masas emocionadas dejamos de pensar por nosotros mismos permitiendo que sean otros los que piensen y decidan en nuestro lugar.
Sin duda todas nuestras decisiones, incluso las más racionales, necesitan su dosis de emotividad para materializarse. Sin duda la emotividad descontrolada prevalece sobre los argumentos racionales. Pero si queremos una sociedad razonable, estable, adulta y dialogante, tendremos que dosificar las emociones y, si no reprimirlas, sí controlarlas para que no nos hagan tomar decisiones o actitudes irracionales.
¿Significa esto que prediquemos una sociedad aburridamente sobria y estoica donde las emociones deben ser reprimidas? No! Cabe la exaltación, claro que sí, quando extrema sunt honesta, en las pasiones amorosas, en el Mesías de Haendel o la coral de la Novena…, incluso en el triunfo del Betis o del Barça, pero no en las confrontaciones políticas, en las confrontaciones políticas no, pues la política debería ser el arte del diálogo, la búsqueda de áreas comunes y el consenso. Con intolerancia cero, eso sí, en cuanto a la corrupción y la mentira.
Somos radicales. Sí. Y deberíamos aprender a controlarnos para ser más racionales. Quizás aprender la Lógica desde los parvularios podría ayudarnos algo en este empeño.
Radicar, desarraigar, echar raíces... El término radicalismo se contradice con su propia raíz: la raíz es un anclaje al suelo que impide el desplazamiento, se aferra a conservar su ubicación, mientras que el radicalismo es inquieto, violento, gestual, desarraigado, agitador y busca el cambio. Buscar la raíz de algo entraña querer profundizar en su contenido y significado, buscar las raíces de uno mismo es un intento de identificación. No se aviene, pues, este concepto con el término original del que deriva.(*)
(*)Apuntes
de G. Marvizón:
La raíz como algo inamovible que no admite ninguna razón para cambiar de parecer. Por ahí puede ir la cosa, no?
de V. Vélez: Falacia del falso dilema.
Sin duda todas nuestras decisiones, incluso las más racionales, necesitan su dosis de emotividad para materializarse. Sin duda la emotividad descontrolada prevalece sobre los argumentos racionales. Pero si queremos una sociedad razonable, estable, adulta y dialogante, tendremos que dosificar las emociones y, si no reprimirlas, sí controlarlas para que no nos hagan tomar decisiones o actitudes irracionales.
¿Significa esto que prediquemos una sociedad aburridamente sobria y estoica donde las emociones deben ser reprimidas? No! Cabe la exaltación, claro que sí, quando extrema sunt honesta, en las pasiones amorosas, en el Mesías de Haendel o la coral de la Novena…, incluso en el triunfo del Betis o del Barça, pero no en las confrontaciones políticas, en las confrontaciones políticas no, pues la política debería ser el arte del diálogo, la búsqueda de áreas comunes y el consenso. Con intolerancia cero, eso sí, en cuanto a la corrupción y la mentira.
Somos radicales. Sí. Y deberíamos aprender a controlarnos para ser más racionales. Quizás aprender la Lógica desde los parvularios podría ayudarnos algo en este empeño.
Radicar, desarraigar, echar raíces... El término radicalismo se contradice con su propia raíz: la raíz es un anclaje al suelo que impide el desplazamiento, se aferra a conservar su ubicación, mientras que el radicalismo es inquieto, violento, gestual, desarraigado, agitador y busca el cambio. Buscar la raíz de algo entraña querer profundizar en su contenido y significado, buscar las raíces de uno mismo es un intento de identificación. No se aviene, pues, este concepto con el término original del que deriva.(*)
(*)Apuntes
de G. Marvizón:
La raíz como algo inamovible que no admite ninguna razón para cambiar de parecer. Por ahí puede ir la cosa, no?
de V. Vélez: Falacia del falso dilema.
Falacia del falso dilema
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