-Kikirikiiiii…!
cantaron
los gallos de mis dos vecinos, a uno de ellos escapándosele un gallo. Junto con
la salida del sol, anunciaban la apertura de las 155 hostialidades a base de
intercambios de cartas por correo, repletas de ambigüedades a la carta, de las
cuales escondían más de un as bajo la manga.
Así fue
que se enfrentaron en duelo mortal el gallo Cachiporra Pelegrín y el más gallo todavía don Cristóbal de
Rositas, de los tiempos del teatro chino de Manolita Chen. Toma! toma! toma! Salgan, pues, a la
palestra:
Y sin más
cruzaron los espolones con los codos apoyados sobre la mesa, aprestándose al
Gran Pulso al son de los tambores.
-A que te doy…
-Si me amenazas con 155 perifostias te sacudo con la
DUI en la cabeza. (DUI, declaración unilateral de independencia)
-Uy! lo que me ha dicho…
Dicho y
hecho. Aunque entre los dos haya un gran trecho.
-Dispara!
vamos, dispara!
-Tú
primero!
Estaban en
zugzwang, el primero que moviera ficha perdería la partida. Al menos eso era lo
que pensaban.
Ninguno de
los dos conocía las reglas que no habían sido acordadas. Normal, porque las
reglas eran un tanto ambiguas. Por ejemplo “donde dije digo no dije diego pero
diré lo que diga sin que nadie me lo tenga que decir”, esta regla estaba clara
pero ninguno de los dos sabía a quién le tocaba decirlo primero. O cuando se
confundían al manipular los hilos de los títeres al darse cuenta de que las marionetas
eran ellos mismos. Lo que sí sabían era mentir compulsivamente mientras sacaban
pecho no sabemos bien por qué.
-Al
ataqueeer…! se oyó el grito de Chiquito de la Calzada, algún gracioso.
Y al
abalanzarse el uno contra el otro, los dos iban perdiendo las plumas por el
camino…
(…/… continuará…)
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