martes, 17 de enero de 2017

1371 (M 17/1/17) Los privilegios de la banca

La banca como poder fáctico, ahí es nada. Los bancos están fuera de la ley…, en el sentido de que la ley les deja campar por sus respetos, mirando hacia otro lado, en aplicación de los principios neoliberales.com. Uno de los efectos de este abandono es la desregulación de los años 80, propia del vigente neoliberalismo, que ha provocado agujeros por donde circulan enormes cantidades de dinero opaco, de dudosa procedencia
Son muchos, innumerables, y odiosos los abusos de la Banca en relación con los clientes que deberían mandar en ella, pues son ellos los que depositan sus fondos en las cuentas para que los administre. Pues en efecto los bancos no son sino mandatarios de sus representados, que son los clientes. Y he aquí que -absurdo este que no sabemos cómo se lo han montado- nos inflan a comisiones (que nos obligan a pagarles por prestarles nuestro dinero), nos cobran por dejarles nuestros recursos a ellos y luego nos cobran de nuevo por prestárnoslo a nosotros (que es nuestro dinero!), hacen publicidad engañosa (como ejemplo valga el timo de las preferentes), no nos pagan nada por prestarles nuestro dinero pero nos masacran con altísimos intereses por el más mínimo descubierto y, lo que más me enerva, no te dan opción a modificar ni una letra de los contratos de préstamo (como con las lentejas, o las tomas o las dejas) convirtiéndolos así en puros y duros contratos de adhesión que son los propios de la Administración pública, lo que hace que la naturaleza del contrato se anule unilateralmente.
     Y ahora llega el Tribunal Europeo que tiene que proteger a los ciudadanos contra los bancos, por la práctica de inhumanos desahucios sin miramientos y por la aplicación de las cláusulas  subsuelos.

   Lleva, pues, razón Soledad Gallego Díaz cuando denuncia que conseguir que las entidades bancarias devuelvan el dinero que  han venido cobrando de más a sus clientes durante años esté siendo una auténtica odisea. No es que se nieguen a cumplir las sentencias sino que utilizan mecanismos agotadores, estrategias dilatorias, y consiguen prolongar los procedimientos durante tanto tiempo que parecen diluirse en la nada. Es lo que han hecho con la obligada devolución de las compras de las preferentes. La idea es no devolver de oficio ni un euro, considerar cada caso único y obligar a cada cliente que se considere perjudicado a acudir, uno a uno, a los tribunales españoles, aunque eso suponga enterrarlos en expedientes. Los argumentos del sector bancario son peregrinos: como si alguien que hubiera obtenido un dinero ilegítimamente explicara a quien se lo quitó que lo siente, que comprende que actuó incorrectamente, pero que este no es el momento adecuado para devolvérselo. Me viene mal, compréndalo. Vuelva dentro de unos años, a ver si puedo arreglarlo.

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