¿Qué es el populismo? Quiero decir: ¿qué quieren
decir los políticos cuando quieren insultar a sus adversarios llamándoles
populistas?
Antes
que nada quiero advertir que el partido más populista, radical y antisistema
que sufrimos en España es el partido del gobierno, el PP para más señas; radical
porque es incapaz de dialogar ni tolerar a ningún adversario desde sus dogmas
extremos, antisistema porque se ha cargado el sistema del estado de derecho al
apropiarse de todas las instituciones en su propio beneficio, y populista
porque domina la ambigüedad y el eufemismo al prometer todo lo que haga falta
aunque luego no cumpla nada de lo prometido y al halagar a los votantes
diciéndoles lo que éstos quieren que se les diga, con tal de ganar sus votos y
ocupar el poder, fin éste que justifica todos los medios, incluso los más
perversos.
Luego, en un magnífico ejercicio de atribución psicológica (antes lo llamaban proyección), insultan a sus adversarios llamándoles radicales, antisistema y populistas.
Luego, en un magnífico ejercicio de atribución psicológica (antes lo llamaban proyección), insultan a sus adversarios llamándoles radicales, antisistema y populistas.
Irene Vallejo, en
su columna Populismo” de El Heraldo de Aragón de fecha de ayer, nos ayuda a
entender el contenido de este término tan manido y utilizado por todos los políticos
en contra de sus "enemigos" (que son todos los demás):
Irene Vallejo, s/ fotogr. Santiago Basallo |
En los últimos años hemos incorporado la palabra “populismo” al
vocabulario político. En general, se utiliza para desacreditar al adversario,
acusándole de tácticas manipuladoras: liderazgo carismático, retórica agresiva,
política-espectáculo y el señuelo de promesas irrealizables.
Su origen remonta al populus de
Roma. En la convulsa República surgieron líderes partidarios del pueblo -entre
ellos los Gracos o Julio César- que, dando poder a las asambleas y
magistraturas de la plebe, pretendían aprobar reformas destinadas a un reparto
más justo de la tierra, el alivio de las deudas y mejores condiciones de vida
para los más pobres. Sus violentos contrincantes fueron los optimates, el grupo más conservador de
la aristocracia, que quería mantener a la plebe como simple espectadora de la
política. Los optimates acusaban al
bando popular de forjar una alianza interesada con el pueblo para ascender al
poder. El sufragio universal de nuestros días ha dado la razón a quienes
luchaban por ampliar la participación política. Sin embargo, la nerviosa
democracia actual, con sus líderes y asesores obsesionados por la presencia
mediática, los eslóganes y los vaivenes de las encuestas, alimenta esa
dimensión oportunista. Los candidatos en campaña se empeñan en decir lo que la
gente quiere oír: los métodos demagógicos, y no las ideas, provocan la
impopularidad del populismo.
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