martes, 21 de junio de 2016

1218 (M 21/6/16) Populismo

¿Qué es el populismo? Quiero decir: ¿qué quieren decir los políticos cuando quieren insultar a sus adversarios llamándoles populistas?
     Antes que nada quiero advertir que el partido más populista, radical y antisistema que sufrimos en España es el partido del gobierno, el PP para más señas; radical porque es incapaz de dialogar ni tolerar a ningún adversario desde sus dogmas extremos, antisistema porque se ha cargado el sistema del estado de derecho al apropiarse de todas las instituciones en su propio beneficio, y populista porque domina la ambigüedad y el eufemismo al prometer todo lo que haga falta aunque luego no cumpla nada de lo prometido y al halagar a los votantes diciéndoles lo que éstos quieren que se les diga, con tal de ganar sus votos y ocupar el poder, fin éste que justifica todos los medios, incluso los más perversos.
        Luego, en un magnífico ejercicio de atribución psicológica (antes lo llamaban proyección), insultan a sus adversarios llamándoles radicales, antisistema y populistas.

       Irene Vallejo, en su columna Populismo” de El Heraldo de Aragón de fecha de ayer, nos ayuda a entender el contenido de este término tan manido y utilizado por todos los políticos en contra de sus "enemigos" (que son todos los demás):

Irene Vallejo, s/
fotogr. Santiago Basallo
     En los últimos años hemos incorporado la palabra “populismo” al vocabulario político. En general, se utiliza para desacreditar al adversario, acusándole de tácticas manipuladoras: liderazgo carismático, retórica agresiva, política-espectáculo y el señuelo de promesas irrealizables.
   Su origen remonta al populus de Roma. En la convulsa República surgieron líderes partidarios del pueblo -entre ellos los Gracos o Julio César- que, dando poder a las asambleas y magistraturas de la plebe, pretendían aprobar reformas destinadas a un reparto más justo de la tierra, el alivio de las deudas y mejores condiciones de vida para los más pobres. Sus violentos contrincantes fueron los optimates, el grupo más conservador de la aristocracia, que quería mantener a la plebe como simple espectadora de la política. Los optimates acusaban al bando popular de forjar una alianza interesada con el pueblo para ascender al poder. El sufragio universal de nuestros días ha dado la razón a quienes luchaban por ampliar la participación política. Sin embargo, la nerviosa democracia actual, con sus líderes y asesores obsesionados por la presencia mediática, los eslóganes y los vaivenes de las encuestas, alimenta esa dimensión oportunista. Los candidatos en campaña se empeñan en decir lo que la gente quiere oír: los métodos demagógicos, y no las ideas, provocan la impopularidad del populismo.

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