-Hombre! Varoufakis…,
me sorprendió ver su foto en la revista
ICON esta mañana cuando compré la prensa en el kiosco de la Plaza. (Que, por cierto,
parece que prepara con Ada Colau un nuevo movimiento paneuropeo por encima de
las nacionalidades, yo me apunto, a ver qué
quieren decir con esa utopía. Pero esa es otra historia.)
- Le conoces? me pregunta, toda cándida, Irene.
-Personalmente, no. Pero le admiro. Es una
de las cabezas mejor puesta entre los economistas europeos.
- ¿!?
-Ya no representa a Grecia. No sé bien si
lo echaron de la negociación con la troika europea o si se marchó porque no los
aguantaba…, a los otros.
-Hay que ver, qué culto eres. Y cómo sabes
tánto? es que ves mucho la tele?
Irene confunde la información con la formación. Y parece que da por supuesto
que ser culto es estar informado. Quizás sea por eso que tienen tánto éxito las
revistas de chismes y del corazón, será porque colaborando en los rumores y los
chismorreos se obtiene más cultura.
Rafael Argullol arremete hoy contra la cultura provinciana: viajar mucho
sin llegar a digerir nada (“si hoy es martes esto es Bélgica”), permanecer desinformado
a pesar de disponer de una cantidad ingente de información, propugnar una sola
lengua, repeler la diversidad, acumular información uniformando las
diferencias, utilizar reduccionismos que convierten en simplezas las
generalidades, engullir información sin tiempo ni capacidad para digerirla, sólo
por el afán de acumular…, nada de eso hace a nadie más universal, todo lo
contrario. La cultura provinciana que devora la información ingente y masiva que
nos llega por los medios más inverosímiles, tiene como efecto una “devastación
cultural de grandes proporciones al destrozar buena parte del sutil tejido de
la diferencia. La uniformidad socava los alicientes que alberga toda visión cosmopolita”.
Pero entre tanto yo, por si acaso, me
propongo ver más horas los programas de la tele.
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