Cada vez son más los que, entre los que
rechazan la asesina política económica austérica, no se atreven a decir que los
efectos letales que han ocasionado han sido provocados intencionadamente y no por la simple ignorancia y torpeza de sus ejecutores. Que ha sido una política económica
errónea pero no de mala fe, vamos. Sería demasiado. Pero yo estoy harto de
comulgar con ruedas de molino y denuncio abiertamente que esta política letal y
disparatada además de asesina ha sido intencionada. Consciente. Y de pura mala
leche. Con alevosía pues, dada la mayoría parlamentaria prepotente del partido del Gobierno, el ciudadano no ha podido defenderse.
La elite extractiva no se distinguiría como tal si no tuviera una clase
inferior en la que pudiera contrastar sus diferencias económico-sociales. Como
no habría guapos sin feos, ni gordos sin delgados, con los cuales poder compararse.
Las elites necesitan exagerar su contraste con los indigentes para identificarse
consigo misma y poder así disfrutar de sus privilegios. Y cuanto mayor sea la
desigualdad económica, tanto más brillará y disfrutará de su estatus económico y social.
Se ha cifrado en unas 800.000 las personas
que han fallecido sin atención social, por los recortes, o incluso con motivo
de esa desatención; seis meses sin decidirse a distribuir el medicamento contra
la hepatitis B ocasionó cerca de 20.000 muertes (11 diarias) que podrían
haberse evitado si hubieran tenido acceso a ese remedio; son incontables las
personas dañadas, malheridas, o incluso fallecidas por listas de espera y otras
deficiencias en la atención sanitaria con motivo de la reducción de recursos y de personal
médico… Y así podríamos continuar enumerando desgracias sin fin como
efecto de una política económica austérica que sin duda podemos calificar de
genocida, pues se trata de muertes masivas contra un grupo identificado: el de
los más necesitados.
Esto en cuanto a los servicios sanitarios. En cuanto a la educación, no
digamos ya del daño ocasionado a toda la población cuando se castra su capacidad creativa y
crítica tal como han intentado hacer con una política de enseñanza doctrinaria
que choca frontalmente contra el mandato laico que impone la Constitución.
La escasez de recursos económicos es una disculpa falsa pues se trataba
de priorizar los gastos lo cual se ha hecho en
detrimento de los más castigados. Y priorizar conlleva ELEGIR, concienzuda y reflexivamente, lo que implica una intención decidida y expresa de dotar de fondos entre distintas alternativas de los gastos, aunque eso se haga impetrando la protección de la Virgen del Rocío. (Por no recordar que el expolio de las arcas
públicas ha superado con creces los “ahorros” conseguidos con la merma de
fondos en los campos de la sanidad y educación.)
Hay muchas maneras de matar en masa a la gente, y una de ellas es
mediante el ejercicio de la política económica que ha aplicado este Gobierno.
Pero este ha sido un tema reiterado, recurrente, en este blog. Si lo traemos
aquí de nuevo es por dos motivos: uno, para instar que se inicie el proceso que corresponda
a fin de que se les juzgue por un tribunal penal; el otro, porque ha habido intención, dolo, de
hacer daño a los más necesitados para beneficiarse y lucrarse la clase más pudiente, la elite
extractiva, como en efecto ha ocurrido, a los hechos me remito, con el
consiguiente incremento de la desigualdad.
Prueba de ello es la frase de Andrea Fabra, “que se jodan!”, en el
Parlamento cuando se discutían los modos de joder a la clase trabajadora. Frase
que no es un exabrupto personal sino todo un sentir, consciente o no, del
partido del gobierno. Porque, lo diremos una vez más, los ricos no soportan la
alegría de los pobres, y para disfrutar más de sus privilegios necesitan oír la
tos, a ser posible escrofulosa, de un indigente en la puerta de su casa, y
mejor si llueve o nieva en el invierno. Porque –leo en “Un camino en el mundo”
del nobel V.S.Naipaul- “sólo se sienten ricos si todos los de su alrededor van
en harapos. Sólo se sienten seguros y bien educados si todos los de alrededor están
degradados” y encadenados.
Y sobre sus votantes, los que han hecho posible que nos gobernaran crápulas
y delincuentes, y no digamos ya los que aún persisten en seguir votándoles, de esos ya ni hablo.
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