Hemos leído hace poco este titular en los
periódicos: El PP proclama (o amenaza, en posibles pactos): Rajoy es
innegociable! Como si alguien quisiera negociar con él!
Me recuerda el
caso (real) del niño que se despegó del grupo de sus mayores en plena Gran Vía
de Madrid hasta que se percató de que andaba “solo”. Pronto superó el pánico al
volverse y distinguir a sus papás y amigos a quienes se dirigió a grito pelao:
Os he dejado solooos…!
El titular de la prensa se refería, claro está, a un pretendido derecho de
Rajoy a presidir el gobierno de una posible coalición, por su cara bonita (¿!??),
aun en el caso de haber conseguido menos votos, ¿cabe mayor estupidez y
altanería? Porque, en el supuesto de obtener más votos que su eventual socio de
gobierno, no tendría por qué enfatizar un derecho que por sí mismo tendría.
Lo curioso de esta gentuza es la
absoluta unanimidad, merecida, en el rechazo que produce en todo el espectro
político, independientemente de la ideología de todos los demás grupos políticos
que ya han declarado que prefieren asociarse con cualquiera antes que con el
partido del gobierno, más aún, que todo su afán es derrocar al PP,
defenestrarlo, para evitar que nos desangren la poca que nos queda. Pero más
insólito aún es que, vista la unanimidad de todo el mundo en contra del partido
de Rajoy, todavía un 27% de los votantes quieran seguir siéndole fieles. ¿Es
que hasta ese extremo ha llegado el proselitismo clientelar de este gobierno?
¿tántos sobrinos tienen? ¿a tántos han comprado? ¿tan grande es el número de analfabetos,
creyentes, fieles que soportan esta tremenda estupidez?
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